El Dr. Velasco Ibarra, al término de sus presidencias, se retiraba a su querida Buenos Aires. Allá, en esa gran Metrópoli Argentina. Se dedicaba a ampliar sus conocimientos a través de la lectura, y a la meditación.
Hombre de cultura. Estaba actualizado de lo que sucedía en su país y en el mundo.
Allí, vivía modestamente, con su jubilación Presidencial y alguna que otra ayuda de algún(os) partidario(s) que de vez en cuando, lo(s) visitaban.
Algun dia su señora esposa, Dña. Corina del Parral, viajó al centro de la ciudad, en transporte local. Al bajarse, antes de pisar el piso, el bus arrancó, perdió el equilibrio, cayó pesadamente al pavimento y murió instantáneamente.
El Dr. Velasco regreso a Quito, a darle cristiana sepultura. En el viaje de regreso, en avión comercial, un periodista que viajaba con él, le preguntó. Dr. Velasco, más allá de sepultar a su esposa, ¿a que otra actividad se dedicara?:, “A ninguna otra le contestó: “He venido a morir”.
El Dr. Velasco, no soporto el dolor de la pérdida de su compañera ni su soledad. Murió a los 3 meses después de haberse instalado en Quito.
En algo me parezco al Dr. Velasco Ibarra, yo no hubiera soportado la ausencia de Coca, “tanto tiempo”. Quizás un mes, a lo mucho.
Yo quisiera que Coca, me sobreviva, muchos años, mis hijos la necesitan, sobre todo mis nietos, mis nueras y mi yerno. Mis familiares y los propios de ella. Sus clientes y sus amigas también.
Quizás las amigas no la necesiten, pero, cuentan con ella para todos sus reuniones ocasionales.
Nunca les falta pretexto, para tomarse un cafecito.