Hay temas más importantes que tratar sobre el quehacer nacional que las cortísimas vacaciones que disfrutará la Vicu en prisión exclamando siempre persecución política, pero siendo una muestra de lo que se viene, ¿por qué no hacerlo? Para aliarse al régimen tuvo que desmarcarse del marginado Correa hasta que su loable integridad socialista, anunciada hace 2 años por nadie más apropiado que Lenín, fue premiada con una brevísima vicepresidencia de la que se recuerda tan poco excepto las denuncias en su contra. De lo que se puede contar, los benditos diezmos precedieron al fraudulento título académico conseguido en 2016, pero hay más. La ciudadanía ejerció tal presión que Lenín no tuvo más que abandonarla a la vera del camino de un socialismo llevado entre finas venas ideológicas y gruesos ingresos verdes. La desgraciada verdad es que la Vicu valía tan poco políticamente que era más bien un estorbo de peso.
Su condena era uno de los eventos más esperados por una sociedad muy crítica del aparataje judicial del país, no por ser trascendental que otro vicepresidente acabase en la cárcel, sino más bien porque la sentencia dictada reflejaría la verdadera dimensión de una carcomida Justicia que probablemente hará muy poco por castigar a los verdaderos peces gordos del Gobierno de los últimos 12 años. ¿Es acaso el leve dictamen producto de una presión política de Lenín o hubo dinero de por medio? Especulaciones aparte y sea como fuere, las excusas gubernamentales y judiciales sobran, el circo continúa y el pan escasea