El 15 de febrero de 1972 terminó abruptamente el último mandato Constitucional del Dr. José María Velasco Ibarra. La Junta Militar de Gobierno asumió el poder y nuevamente se repitió el periplo del legendario político hacia su exilio en Buenos Aires Argentina.
Para el año de 1974 recuerdo con especial nitidez que me dispuse a ingresar a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Estatal de Guayaquil, con mi mochila llena de esperanzas y mi mente pletórica de sueños. Atrás quedó mi educación salesiana en el mítico colegio Cristóbal Colón y todo esto supuso tomar el timón de mi vida y encaminarme a una etapa universitaria enriquecedora. Existía el “libre ingreso”. Sí, los otrora llamados “exámenes de ingreso” habían sido abolidos por una presión social sin precedentes encabezada por los jóvenes estudiantes colegiales, hombres y mujeres, que veían como la corrupción y la discriminación evitaban que los mejores perfiles ingresen a la educación superior. Miles de jóvenes ingresaban a las universidades –mayoritariamente públicas- sin otro proceso que la inscripción y algunos exámenes de salud propios de la época.
Realmente miles ingresamos al primer año de Medicina –no era por semestres la aprobación, como ahora- y habían gran cantidad de estudiantes colombianos, peruanos y algunos chilenos, nuestra universidad resultaba muy económica para lo que debían invertir en los países hermanos. Era una época signada por la violencia en la ciudadela –que todavía no se llamaba Salvador Allende- y donde se enfrentaban los llamados “chinos” contra los “cabezones”, todos de línea comunista, y los “atala” que era un grupo paramilitar que se sospechaba respondían a los intereses del gobernante provincial de turno. Los maestros en muchos casos excelsos, realmente respetables por su ciencia y por su acrisolada vida –muy pocas mujeres en la docencia universitaria- brillaban en los hospitales a los cuales acudíamos pues eran “hospitales de docencia” y nos formaban con niveles altos de exigencia en la Cátedra. La corrupción ya era tema de debate en esa época, pues en los puestos administrativos, de servicio y en algunos profesionales se comentaba “negocios” para mejorar notas y hasta para escoger el grupo de tal o cual profesor con el que se quería recibir una asignatura.
Mi experiencia histórica en Medicina era muy similar a la de mis hermanos que fueron luego ingresando a la Universidad pública y a las de mis amigos que estudiaban en otras facultades de nuestra Alma Mater.
¿En qué momento se acaba el “libre ingreso” y se opta por tomar un examen o varios exámenes?. ¿Cuáles fueron las razones para que se escoja uno u otro tipo de prueba?. ¿Se tomó en cuenta a los educadores secundarios para preguntarles sobre su experiencia?. ¿Quién lo decidió y cuáles fueron sus razones?. Todas las preguntas que me permito escribir no han sido claramente respondidas nunca, y ni se diga otras tantas preguntas que ahora, sí en pleno año 2020 saltan en redes sociales y en los espacios de conversación entre educadores y padres de familia…
¿Tenemos hoy por hoy una evaluación de impacto que nos permita decir si los objetivos que llevó a quienes decidieron cambiar el sistema se cumplieron?. ¿Los exámenes –ahora tomados por el INEVAL- miden conocimientos, aprendizajes, experiencias en los jóvenes?. ¿Se ha concertado una relación imprescindible entre lo que debe aprender un joven en una escuela y colegio, con lo que se requiere en la universidad o en la vida?. ¿Cuándo nos darán explicaciones acerca de cómo y para qué gastaron nuestro dinero durante estos diez o quince años de estas famosas pruebas?
Me temo que el problema es más profundo que decidir si se extingue o no el INEVAL, el SENESCYT o como se llamare. Es una discusión que debe ir a la génesis mismo del por qué educamos y cuál es el Ecuador que queremos como fruto de “medir” cada año a los futuros Bachilleres. Es más que un simple cambio de nombre o una eliminación de tal o cual proceso. Estoy convencido que esta gente ha jugado con la esperanza de los jóvenes, de los ecuatorianos en general y que esto no es reciente, se viene dando hace algunos años, muchos para ser exacto…
Que pena que no se consulte a maestros de secundaria y de estudios superiores. Si no se consulta jamás habrá consenso. Ni acuerdos pror mejoras en ningún nivel en la educación.