21 noviembre, 2024

Un ángel irremplazable…

Hay seres humanos que son únicos.

Hombres privilegiados que nacieron predestinados para trascender.

Nicolás Castro Benítes fue uno de ellos.

En su cristalina trayectoria, fue recto, honesto y sobre todo un patriota que entendió su razón de vivir como el desprendimiento del servicio social entregado a los demás.

Lo recuerdo desde la época de mi colegio.

Padre de mis hermanos escogidos de la vida, era un hombre cuya talla y pulcritud, marcaba la diferencia con los demás.

Dueño de una hermosa oratoria que se caracterizaba por ser pura, franca y sobretodo intelectual, poseía un acervo cultural propio de una enciclopedia viviente.

Como padre fue un modelo a seguir para cada uno de los que tuvieron la inmensa fortuna de tenerlo como su progenitor.

Su proyección profesional y el contenido social que desplego en cada acto en los que tuvo que participar, lo convirtieron en un ícono de lo que todos los ecuatorianos deberíamos ser.

El doctor Castro fue un ungido de Dios.

Un bendecido por los dones que le fueron otorgados.

Hay seres que son como los ángeles; son irremplazables.

Son los inimitables, los especiales, los únicos.

Nicolás Castro Benítez fue uno de ellos.

Su cuerpo físico ha partido y su partida nos partió.

Se lleva todo el amor que a raudales generó y nos deja un espacio vacío imposible de llenar.

 

 

Artículos relacionados

Meðugorje

Gracias a la gentileza de un fiel devoto de la Reina de la Paz, Alfonso Romero y su familia, estuvo de visita en Guayaquil Marija Pavlovic, una de las videntes de Meðugorje, en croata “Entre montañas”, pequeña parroquia de los Balcanes en lo que era Yugoeslavia y ahora es parte de Bosnia y Herzegovina.

La parroquia de Santiago de Mudjugorje incluye cuatro pueblitos, Medjugorje y Vijakovichi entre ellos, de aproximadamente 600 habitantes cada uno. Los Balcanes fueron evangelizados por San Francisco de Asís en su peregrinación a pie a tierra Santa, quien fue sembrando de Conventos la zona. Los croatas son muy católicos y devotos. Prueba de ello es que en 1934, decidieron hacer en la cima del cerro Krizevac, una gran cruz de cemento, colaborando todos los habitantes de la parroquia con trabajo y con lo que podían. No la terminaron porque es un pueblo muy pobre y pidieron ayuda al Papa Pío XII, quien al enterarse de esto, no sólo dio el dinero para terminar la Cruz, sino que ordenó que se saque un pedacito de la Cruz que Santa Elena rescató de Jerusalén y que está en la Iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma, para que sea empotrado en la base de esa Cruz.

1 comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×