En mi forma de concebir lo existente, la mujer es el ser más hermoso de todo lo creado.
Para mí es el centro del universo y la razón que justifica el propósito del hombre sobre la faz de la tierra.
De la manera que yo percibo la realidad que nos circunda, sin su presencia no existiría la esencia de nuestra conciencia por la alegría de vivir.
En mi criterio profesional, las mujeres son más confiables y mejores trabajadoras. Actúan con más dedicación y se involucran con inusual intensidad en el espíritu de entrega que se necesita para realizar cualquier proyecto.
Siguen los impulsos de su corazón y asocian sus sentimientos a una inteligencia intuitiva, rápida y bien intencionada.
La mujer constituye un permanente motivo de entusiasmo.
Su presencia me alegra la vida y si a eso le sumo el inconmensurable respeto que le tengo a
su intelectualidad, en ellas encuentro a la perfección divina realizada de manera tangible.
Cada detalle de su delicado cuerpo es una poesía viviente que nos gratifica.
Las mujeres huelen bien; saben bien, lucen bien. Su misma voz es una sinfonía que enardece la pasión.
Para la mujer guardo mis más sentidas ternuras. Siendo seres que se acercan a la divinidad, el respeto y la delicadeza son la única manera de tratarlas.
Rodeo a la mujer de un halo de divinidad
Mi madre es mujer; Mi mujer es mujer; Mis hijas son mujeres; Mi nieta es mujer.
Hasta el mismo Dios que pudo crearlo todo; que pudo hacerlo todo… cuando tuvo que elegir al ser que lo traiga al mundo; no dudó ni por un instante que sería una mujer.