Aunque muchos historiadores, de izquierda la mayoría, han escrito múltiples libros respecto a las haciendas costeñas, para atacar a los grandes exportadores de cacao, ninguno ha hecho una investigación formal de la historia de las grandes y medianas haciendas y la contribución de sus propietarios en beneficio del país. Naranjito de propiedad de la madre de Rocafuerte no se libró. Ya lo dijo el historiador extranjero Ken Mecum, en su obra sobre Rocafuerte cuando afirmó que los historiadores ecuatorianos desde el siglo XIX escriben de acuerdo a sus ideologías políticas. Así es nuestra historia, manipulada en gran parte o escrita sin investigar a fondo el área económica y empresarial. En coro se han limitado a repetir lo mismo. Lo han hecho en contra de las grandes haciendas La Clementina, Tenguel y otras. Varias haciendas coloniales fueron heredadas por descendientes y estuvieron en la misma familia más de 100 años, no fueron usurpadas, se vendieron al terminar las epidemias de cacao a precios de oportunidad; los afortunados fueron los ingenios de azúcar que en esos años comenzaron a despegar. Hubo haciendas que fueron donadas por no haber herederos.
Años atrás supe que el Ing. Miguel Aspiazu Carbo pasó años elaborando los planos de la mayoría de las haciendas de la costa. Sus descendientes donaron su biblioteca al Archivo Histórico del Guayas (AHG). No se hallaron los mencionados planos. Un trabajo como el que hizo el Ing. Aspiazu hubiera sido muy revelador. Sería una extraordinaria investigación para universidades que tienen facultades de Historia y Agricultura. Se pondría final a tanta mentira.
Toda hacienda tiene su historia, usualmente apasionante; atraviesan crisis y prosperidad. La que más me ha interesado es Naranjito, propiedad de María Josefa Bejarano Lavayen, madre de Vicente Rocafuerte. En las monografías sobre Milagro y Naranjito hay datos aislados. La Escritura debe hallarse en algún recóndito lugar, si no ha sido devorada por incendio, polillas o humedad. La extensión de la propiedad agrícola era enorme, incluía la hacienda Papayal que se convirtió en dos, Conducta y Venecia. Fue principal fuente de riqueza de los Rocafuerte, producía cacao, caña, algodón, tabaco, etc. Pero también alquilaban el estanco (monopolio de minas) de copey (brea) en Santa Elena, tenían una flota naviera y tiendas. En la Primera Monografía del Cantón Naranjito se afirma que Naranjito y Papayal correspondían a lo que hoy son los cantones Naranjito, Yaguachi, Milagro, Jujan, Marcelino Maridueña, Bucay, el camino hacía Naranjal y El Triunfo. Juan Antonio Rocafuerte fue funcionario español que ocupó importantes cargos públicos, entre ellos capitán de artillería, alguacil mayor de la inquisición y alcalde ordinario del Cabildo de Guayaquil. Él al igual que los oficiales españoles anteriores y posteriores, combinaron sus responsabilidades reales con sus negocios personales. Es decir, en la época colonial, los “políticos” se hicieron empresarios a diferencia de lo posterior a la Independencia en que los empresarios se hicieron políticos. Al tener dos responsabilidades simultáneas, en más de una ocasión se enfrentaron dos empresarios porque el que no tenía cargo público había sido juzgado por el otro. Es el caso de Juan Antonio, cuando se desempeñaba como juez de comercio, dictaminó sentencia contra el empresario Pedro de Arteta, el cual debía pagar mil pesos a Joseph Juan de Echavarría, conocido comerciante quiteño. Los negocios de copey de Juan Antonio incluían el estanco de las minas de Amotape en el norte del Perú. Los ingresos anuales de copey de las minas en la Audiencia de Quito y Virreinato de Perú le significaban 30.000 pesos cuando los ingresos de la Audiencia de Quito no sobrepasaban 700.000 pesos.
Del Archivo Rocafuerte, en Chile, hay cartas comerciales de la familia Rocafuerte fechadas entre 1810 y 1834, no hay de Juan Antonio, falleció en 1796; existen de Jacinto Bejarano, hermano de Josefa Bejarano con su sobrino Vicente Rocafuerte y de este con su tío; de ella con su hijo, y con un empresario limeño que debió ser su agente comercial y de vendedores de maquinaria a Vicente. Son muy pocas pero suficientes para notar la diversidad de actividades económicas de esa familia. Me ayudó a conocer más sobre Josefa Bejarano, la magnitud de su poder empresarial y económico. Sobre ella estaba investigando su vida empresarial con mucha dificultad, desde que en los ochenta visitando el Archivo Histórico del Guayas, encontré varios juicios que la misma había seguido a importadores que no habían pagado el flete de la carga en naves de su propiedad. A 1813 ella estaba entre los cinco exportadores de cacao más importantes, junto con José Antonio Amador, Bernardo Roca, Juan Millán, Santiago Vítores y Martín de Ycaza. Para 1824, era la tercera comerciante en tener el mayor número de tiendas,9, en Guayaquil sólo superada, por las hermanas Paredes con 12 y Carlos Largomasino,10. Se desconoce lo que vendía. Seguramente una era para manejar su flota de barcos, otra para vender productos importados. Debió ser la empresaria más rica e importante de su época. Ninguna en el resto del siglo XIX y quizá del XX logró tanto poder económico. Las cartas también revelan la estrecha relación entre ella y Vicente, debió ser su hijo predilecto. Entre los papeles encontrados en Chile hay una liquidación de intereses al 6% sobre un capital de 25.000 pesos que en 1798 Josefa puso a la orden de Vicente que no lo podía retirar hasta cumplir 25 años. El corte es al 21 de diciembre de 1818. Entre capital e intereses Vicente tenía acumulado más de 40.000 pesos. A esa fecha él ya tenía 35 años, por lo que había comenzado a usar ese dinero, pero se continuaba llevando contabilidad. Finalmente se conoce la cercana relación de Vicente con su tío Jacinto Bejarano, quien lo había llevado a Europa para dejarlo en la escuela. Jacinto posiblemente tuvo negocios con su hermana Josefa.
La primera carta del 19 de enero de 1810 es de Vicente a su tío Jacinto, uno de los hombres más importantes de Guayaquil: alcalde ordinario, comandante general de armas, comandante en jefe de la milicia, gobernador militar y gobernador civil interino. Por orgullo reconocía al rey como su único jefe. Jacinto tuvo rol protagónico en la formación de la personalidad de su sobrino Vicente, quien ya contaba con 25 años; tenía tres años de haber acabado su formación académica y estaba administrando Naranjito. Esta y otras cartas de él a su tío confirman que había negocios entre ellos. ¿Acaso Vicente buscaba asesoría para los negocios de la familia Rocafuerte o había interés accionario de Jacinto en el negocio de los Rocafuerte? La carta hace referencia a ventas superiores a 5.000 cargas de cacao entre el de producción propia y el comprado a tercero. Según Vicente la cosecha de Naranjito para ese año variaría entre 2.900 y 3.000 cargas. No hace referencia a la de Papayal. A esa época la producción total de Ecuador era 90.000 cargas. Ella debió mover con su propio cacao y el comprado a otros productores no menos de 40.000 cargas anuales. También le comenta la venta de 60 cargas de cascarilla para comprar negros. Finalmente se refiere a la muerte de Carondelet y que la pugna por ocupar la presidencia de la Audiencia le había traído problemas con el Gobernador Cucalón y como lo habían elegido alcalde tomaría cartas en el asunto. Efectivamente Vicente viajó a Lima, habló con el Virrey y logró su destitución. El 1 de septiembre de 1813, nuevamente su tío le escribió desde Paita donde tenía el estanco de minas de sal, para solicitarle contactar a una empresa de Londres, con quien deseaba comenzar negocios. El 10 de noviembre del mismo año Jacinto le escribió para indicarle que había dejado Paita y se encontraba en la Península de Santa Elena para supervisar su estanco de minas de sal. Le comentaba que no estaba contento con las condiciones del estanco a 100 años plazos y 1.000 pesos anuales de arriendo, por no haber privilegios exclusivos. Le mencionaba que dos fragatas inglesas que estaban en Santa Elena trajeron ropa para Josefa. Ella había hecho un trueque con 20.000 a 30.000 cargas de cacao a 6 pesos la carga. El 19 de septiembre de 1819, Josefa garantizó a Vicente por la cantidad de 7.900 pesos exigidos por la Aduana de Lima de un contrato de asociación con José Villamil para enviar al Callao 2.000 quintales de tabaco de la Habana. Villamil tenía que cubrir lo que le correspondía. El 2 de febrero de 1822, W. Kemble envió una carta a Vicente que se encontraba en Lima para hacerle conocer que había comprado maquinaria ordenada por él. Eran molinos de arroz y aserradero, no hizo referencia al destino. Curiosamente ninguna de las biografías sobre Vicente se refiere a su estadía en Perú en 1822, ni el propio Vicente lo menciona en su autobiografía (A La Nación). Según esas obras, estuvo en la Habana en 1821, luego viajó a EE. UU. y en 1822 llegó a México. Hay varias cartas entre Francisco Xavier Yzcue y Josefa Bejarano sobre diversos negocios como la venta de 200 onzas de oro de propiedad de Josefa. En las del 23 de septiembre de 1820 y la de noviembre del mismo año hicieron referencia a la llegada de harina desde Baltimore y tabaco de la Habana. De las 440 petacas de tabaco, por haber llegado en mal estado sólo se podrían vender 367 quintales, le comentó que Vicente en contacto con el Virrey se había informado que por la estrecha situación económica, las exportaciones de Josefa no se podrían liquidar hasta después de 30 días. Asombroso comentario, el agente que vivía en Lima no sabía lo que Vicente le escribió. Los Rocafuerte tuvieron que pagar 7.000 pesos del flete, valor que debía recuperarse en 30 días. Las cartas estaban llenas de malas noticias. Los 20.000 pesos que le adeudaban por ventas de tabaco se pagaban muy lentamente. Hay problemas con más de 6.000 cargas de cacao que vía Callao fueron a otros destinos.
A la muerte de Josefa en 1826 las haciendas se dividieron entre sus hijos. Conducta correspondió a Vicente. Las haciendas pasaron de generación hasta que se vendieron a terceros. La excepción fue la de Vicente, no tuvo hijos.
Guillermo, un muy interesante articulo. Le felecito. Tengo una informacion sobre los linderos
de Naranjito que le voy a mandar–esta el el Archivo Nacional en Quito.
John Uggen
Muy buena esta corta historia, nos ayuda a conocer mas a los personajes de nuestra historia.
Fabuloso seguir conociendo a personajes de talla universal de este ecuatoriano que vivió el fin de la colonia y el nacimiento de la nueva Patria ecuatoriana y me place en el Club de Oratoria JOSÉ MEJÍA LEQUERICA del Instituto Nacional MEJÍA de Quito, en estudiar y conocer a este pro-hombre, sin él cual el Ecuador no existiría, pues puso al servicio su capacidad intelectual, económica y moral y no hay aún ecuatoriano político que esté a su nivel de gran estadista.México le nombró embajador en Europa y fue emisario del Padre de las 5 naciones, el Libertador SIMÓN BOLÍVAR.
Pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla, sentencia expresada por algún visionario.