Del actual caos del planeta con sobrada razón se acusa a los líderes mundiales y a sus representantes en las organizaciones globales y regionales creadas para conseguir armonía entre naciones y para proteger los derechos democráticos de los habitantes de los países que las integran.
Certera acusación de la que no pueden eximirse ,eximición que no es de su preocupación porque saben bien que a esas alturas de poder están sobre el bien y sobre el mal. Se sienten impunes e inmunes. Es la verdad sin romanticismos.
Me asalta una preocupación que cada día que pasa noto que no es solo mía. Con ocasión de esta maldita pandemia saturada de mentiras y verdades, de héroes y villanos, nos encontramos dándole cara a la necesidad de entregar nuestra salud, vidas y bienes, a lo que resuelvan gobiernos que, aprovechando la ocasión de la emergencia y por enfermizo apego al dinero mal habido y al poder inmerecido, quieren pasar, no tan de apoco, a controlar todo lo nuestro, en una suerte de dictadura aceptada, dejándonos sin poder de decisión y haciendo inútil cuestionarlos, aún si nos sentimos compelidos a hacerlo.
Me aterra que perdamos nuestra libertad y nuestra patria, pues no quiero libertad sin patria ni patria sin libertad.