El llamado modelo municipal guayaquileño implantado por León Febres Cordero, durante los dos periodos alcaldicios 1992/96 y 1996/2000, fueron de abnegado y eficiente trabajo, pues las administraciones anteriores: corruptas e inoperantes habían sumido a Guayaquil en el caos y anarquía. Este modelo con éxito en las áreas: administrativas, económicas, financieras y también en lo social, comunitario y humano fue posible gracias a sus innegables conocimientos en administración y entereza.
Con decidido empeño lo continúa Jaime Nebot, quien estuvo frente a la Alcaldía por cuatro periodos 2000-2019, casi diecinueve años de incesante trabajo, destinando el 85% del presupuesto a la realización de las urgentes e impostergables obras y servicios que la ciudad y su colectividad requerían. Obras que no hay necesidad de singularizarlas, pues fueron innumerables. Hizo por Guayaquil lo que debía hacer. Simplemente cumplió su trabajo. Era su deber.
El referido modelo, de un tiempo acá se lo viene replicando en otras alcaldías y prefecturas del país, cuyos titulares para su elección además del voto popular obtuvieron la previa nominación del partido cuyo liderazgo lo ejerce quien antes dirigió los destinos de nuestra ciudad.
Entonces, cabe como primera premisa que el escogimiento a todas las dignidades políticas debe ser un acto sumamente objetivo y crítico, donde fundamentalmente prime que el candidato debe ser persona capacitada, honesta y proba, y, además, que los principios éticos y morales precedan todos los actos de su vida.
Al respecto, Nebot, como ser humano ha tenido aciertos, pero también errores como el de la selección del candidato a Prefecto, quien la ejerce contagiado eficientemente por el síndrome de la actual ola de corruptela que afecta gravemente la imagen del partido. Jamás debió nominar a un individuo que en pocos, poquísimos años se ha cobijado en muchas tiendas políticas: PRE, PSP, Revolución Ciudadana, Centro Democrático, y que en su momento, sin pisca de rubor era aplaudidor del jefe de la mafia que por una década asaltó el país, no obstante que allí se sentía mal pagado por que solo le pagaban diez mil dólares mensuales.
Ojalá que este error no esté gravitando negativamente en los legítimos afanes políticos de quien por tantos años ha sido reconocido como un eficiente administrador de los destinos de Guayaquil. No se merece que por la falta de probidad de otras personas de su propia tienda política, lo afecten, cuando justamente es el momento para que sus vastos conocimientos políticos, administrativos y financieros los ponga al servicio de la patria ecuatoriana.