24 noviembre, 2024

Mensaje para el 2020 – 2021

Hoy aprendí que las cosas pasan cuando tienen que pasar.

Ni tarde ni temprano

Que dar todo no significa que recibirás todo.

Que una buena siembra no significa una buena cosecha.

Que los momentos son cortos y por eso hay que disfrutarlos

Que las lagrimas no las merece quien las hace llorar

Que el amor no se puede forzar y llega cuando menos lo esperas

Que puede haber amigos que son familia y familiares que son solo conocidos

En fin , aprendí que la vida solo es cuestión de vivirla con amor, honor, valores y fé a pesar de la crisis social, económica y de coronavirus

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Con las alas heridas

Alguna vez alguien muy querido me dijo que todos tenemos una, o varias, heridas existenciales. Algo así como un pasado que no podemos soltar, una pérdida irremediable o un ejército de demonios internos que alteran nuestra integridad. Lo más lamentable de estas heridas existenciales es que no son dolores específicos, como decir “me duele la cabeza” o “me duele que me hayas mentido”. No. Éstas se apoderan de todo tu cuerpo y toda tu alma. Están en todos lados y no están en ninguna parte. Vienen y van, pero siempre están ahí.

Piensas que la vida es buena porque tienes una linda familia y un buen trabajo. Te sientes contento. Pero llega entonces la noche, ¡Ay de esa noche! Afuera hay una paz invernal y una quietud nocturna, pero dentro de ti bailan los duendes del malestar sinsentido. De repente te invaden sensaciones extrañas, gritos ahogados de dolores sin nombre y sin razón. ¿Pero qué demonios está pasando? Pues probablemente se trata de tu herida existencial. Le entraron ganas de visitarte, a la muy conchuda esta, ¡sin avisarte siquiera! Para recordarte que aún sigue vivita y coleando y que tienes que sanar. Tenemos que sanar.

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