Hace años recibí una llamada de mi amigo el Dr. Alfredo Palacio. Su madre había sido internada en la clínica Guayaquil para un chequeo médico y le había encontrado un severo cáncer pulmonar.
Por esa razón Alfredo me solicito que siendo yo Psiquiatra, sea yo el que le diera la noticia a su madre.
Afuera del cuarto7 en el segundo piso de la clínica había un gentío. Abrí la puerta y entre.
La dulce cara de la mujer que estaba frente a mi me impacto y a pesar de haber ido para dar la noticia debido a mi ecuanimidad, me puse a llorar.
Al ver mi llanto, Anita me abrazo y se puso a consolarme. Tomo la noticia con una sonrisa y su fortaleza le permitió dar consuelo y tranquilidad a todos los que la amaban.
Desde ese momento la visite una vez por semana. Cada vez le llevaba un clavel. Un día le regale un ejemplar del libro El Principito y le subraye el capítulo donde le zorro “domestico” al Principito y se hicieron amigos.
Paso el tiempo entre mis visitas, los claveles y el cariño que me brindaba.
Una vez para navidad recibí una tarjeta que decía: Y si vinieras, por ejemplo, todos los días a las 5 de la tarde… yo te esperaría y de repente estarías domesticados. Tu me has domesticado te quiere, Anita.
A los pocos meses murió.
Palacio fue mas intensa y profunda que nunca. Existía un vinculo que nos unía química y espiritualmente.
En una ocasión hice una exposición de pintura en el Club Rotario a la que el maestro asistió. En el momento de los discursos, pidió la palabra y al comenzar a decir cosas inmerecidas de mí, enmudeció y se quebró en un llanto profundo. Corrí hacia el y me fundí en un profundo abrazo.
Posteriormente me lo encontraba por casualidad. No hubo exposición mía a la que no concurriera y el vinculo de cariño y respeto se hizo mas profundo al paso del tiempo.
Alfredo Palacio se ha ido igual que Anita. Sin embargo, en mi mente, memoria y mientras viva, seguiré por siempre domesticado por los miembros de la familia Palacio.
Me ha conmovido mucho su escrito. Hay personas que dejan huellas en nuestras vidas y son parte de ella desde el momento que entran.
El libro “ El Principito”, tiene muchas lecciones; es uno de mis favoritos. Debería ser leído a corta edad y tal vez seríamos “ domesticados” desde niños.
Saludos
Alba