Mucho me preocupa lo que está pasando en el mundo. Hace algunos años alguien dijo (y creo que fue el título de una película): “Paren el mundo, que me bajo”, eso mismo es lo que pienso al ver la tergiversación de los valores, que vemos actualmente.
Parece que la honradez, en vez de ser una virtud, parte del valor de una persona, ¡ha pasado a ser un defecto! En vez de ser algo deseable, ha pasado a ser un obstáculo (con él, no se puede negociar, no acepta arreglos).
¿Qué estamos haciendo con el mundo? ¿Qué clase de ambiente queremos dejar en la sociedad que dejamos a nuestros hijos y nietos? ¿Qué queremos que ellos sean? ¿Es que acaso consideramos que el vivo, el sapo, el que se aprovecha de la ingenuidad de otro, es en lo que queremos convertir a nuestra descendencia?
Me preocupa muchísimo lo que leemos de las justificaciones que ponen los ladrones cuando son descubiertos, el cinismo con el que quieren disque explicar su accionar. Mienten sin que se les levante un pelo de la cabeza. Debería existir una ley en los juicios, que cuando se prueba que lo que ha dicho el acusado es mentira, eso agregue tiempo a su condena, y si quien lo dijo es su abogado, eso haga que el abogado lo acompañe en prisión. La mentira y la falacia deben ser eliminadas, si lo que queremos es cambiar el ambiente del futuro. Si queremos que nuestros nietos vivan en un mundo de paz, un mundo decente, donde el respeto a los demás, a las leyes, a las normas, sea la base de la sociedad, debemos comenzar (y ya estamos tarde), por cambiar nuestra tolerancia y ser más estrictos con las bases morales que les inculcamos, actuemos como gente decente y eduquemos a nuestros hijos y nietos para que sigan el mismo camino.
¡No dejemos que el mundo siga por el derrotero de la falacia y la mentira, de la sapada y la estafa! Defendamos lo que queda de bueno en el alma del ser humano. ¡Hagamos nuestro mundo vivible para que nuestros nietos puedan sobrevivir!