Transcurría el año 1979, fin de una larga dictadura militar que había gobernado el país por siete años y el pueblo liderado por maduros y jóvenes políticos, alzó su voz para que el Ecuador tenga un gobierno civil y democrático. Ante este clamor civilista la dictadura puso a consideración de la voluntad popular: la constitución de 1945, un proyecto de nueva constitución y ley de partidos políticos.
Con tales instrumentos legales, previamente aprobados en consulta, entramos en ese año a un proceso electoral que la historia debe reseñarlo como ejemplar, por la edificante actitud de que los partidos políticos y sus líderes nominaron como candidatos a legisladores para la Cámara Nacional de Representantes, que así se llamó al Congreso Nacional en ese entonces, a los ciudadanos más destacados por su preparación académica o por sus conocimientos en política y administración pública y privada.
Los candidatos de esa época, luego legisladores, eran ecuatorianos distinguidos: respetados y respetables. No hubo peloteros, faranduleros o payasos como los actuales asambleístas que muchos, salvo excepciones que si las hay, se distinguen por sus habilidades al margen de la ley o por su estupidez supina en asuntos de legislación y administración pública.
En ese Congreso, Cámara Nacional de Representantes, la función legislativa únicamente les proveía de una oficina, una secretaria y un conserje compartido entre dos. Sus honorarios eran únicamente dos mil quinientos sucres mensuales. Jamás recibieron viático alguno o pasaje gratuito de avión. La austeridad y pulcritud eran prácticas normales de todos. Nunca, nadie tuvo la sarta de asesores y choferes como hoy tienen los actuales a costa del bolsillo del pueblo.
Los congresistas de esa época, último Congreso respetable, eran auténticos legisladores y muchos de ellos, insignes parlamentarios. Desgraciadamente la generación joven y madura actuales no ha tenido la oportunidad de disfrutar auténticas exposiciones parlamentarias, ni sentirse dignamente representada por políticos acreedores al respeto y admiración.
En las páginas de la historia de esa época constan los nombres de esos respetables congresistas, muchos ya fallecidos, que por el bien del país y en ejemplar homenaje bien valdría que los líderes de los actuales partidos políticos para las elecciones que se aproximan, nominen e inscriban como candidatos a ecuatorianos dotados de principios éticos y morales, pero que además de probos y honestos sean conocedores de la administración pública y de las falencias sociales, culturales y económicas del país, para forjar al nuevo Ecuador de esperanzas y realizaciones. A su vez al pueblo le correspondería la ineludible obligación, en un acto de profunda reflexión, elegir a los mejores, para que la sociedad ecuatoriana no tenga que sufrir la vergüenza de legisladores enjuiciados, prófugos y condenados por actos de corrupción. Debemos depurar la acción de hacer política.
Soñemos en grande
No veo que sea soñar en grande, es solamente de colaborar entre todos. Iniciemos con evitar reenviar las majaderías de los que ya se sabe son los sinvergüenzas mas grandes, ellos se solazan de cuanto espacio publicitario le dan; continuemos con evaluar las propuestas y hacer un resumen con la critica que se merezcan.
Has valer tu opinión, por todas las redes, no permitamos que bailarinas y presentadores de pantalla hagan nuestras leyes.; a ellos se los puede contratar para hacernos reír, no para hacer nuestras leyes, por eso pasan las leyes a favor de malo y en contra de lo bueno.
Busquemos la RENOVACIÓN de la política, nunca mas el voto para los que nos han hecho tanto mal en los últimos tres lustros.
https://www.renovacion.com.ec/