La realidad de los países con gran desempeño económico responde cada vez menos a determinadas tendencias políticas y muchísimo más a la capacidad de sus responsables gubernamentales por aplicar pragmatismo político y ortodoxia económica por encima de sus presuntos ideales doctrinarios. Debate aparte, aquellos pueblos han superado el eterno dilema izquierda vs derecha y se han concentrado en la capacidad de sus líderes por entregar resultados satisfactorios dentro de un marco de libertad, mas no de igualdad.
Los izquierdistas ecuatorianos, no menos populistas, han mantenido por 13+ años el gran sueño de aquella igualdad que su tendencia lograría imponer desde el poder. Para ellos, la libertad era de los ricos derechistas; la igualdad, por exclusión, solo para el proletariado y las clases populares. La conclusión, sin ambages, es que la igualdad, conceptualmente restrictiva, es sinónimo de pobreza; la libertad, característica propia del ser humano, es el símbolo más representativo del progreso. Terminado el discurso mediático, aquel de la lucha social, del amor por los más pobres, y obvio, también el de la anticorrupción, el país enfrenta la incertidumbre propia de un barco sin brújula ni timón, en medio de una gran tormenta, y con una tripulación en franca discordancia sobre el qué hacer y cómo hacerlo. La experiencia vivida y los resultados obtenidos deberían ser suficientes para desechar la igualdad, mirar hacia el futuro, abrazar la libertad, y demandar un nuevo derrotero. Nada por sí solo produce milagros.
Muy buena reflexión. Parece que vivimos tiempos en que humildad es simil a pobreza. Y la peor de todas es la pobreza de valores.