A inicios del mes de octubre, el papa Francisco dejó sorprendidos a los católicos y al mundo entero con su tercera encíclica “Fratelli Tutti”, sobre la fraternidad y amistad social. Las reacciones no han esperado en aparecer.
Y, aunque “Fratelli Tutti” por su estilo inusual, marcado por la sencillez y facilidad de lectura que la diferencia del lenguaje eclesiástico a la que los Papas nos tenían acostumbrados.
Aunque a algunos no les gusta el exagerado protagonismo otorgado a Ahmad Al-Tayyeb, desconocido para los católicos occidentales, quien es, además de rector universitario, el Gran Imán de mezquita de Al-Azhar del Cairo y líder espiritual de 1.100 milllones de musulmanes sunitas.
Aunque algunos critiquen que, en la mencionada encíclica, Francisco se cite a si mismo demasiadas veces y quizá no se han percatado que también menciona a San Pablo, San Ireneo de Lyon, San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, San Basilio, San Pablo, San Juan Pablo II y Benedicto XVI grandes teólogos, filósofos y santos, también recurre a jesuitas como Rhaner, Spadaro, Zalba, Simmel y Hoyos (este último de nacionalidad colombiana). También toma nota del dominico Royo Marín y menciona a no católicos, además del Imán Al-Tayyeb, a Desmond Tutu, Martin Luther King y Gandhi.
Por último, aunque algunos adictos a las teorías conspirativas, vean en el llamado a la fraternidad universal un velado mensaje masónico, lo cierto es que resulta un fuerte llamado con las mismas palabras de Jesús, el de amarnos unos a otros (Juan 13, 34-35), sin relativismos, sin fanatismos, sin fronteras, inclusive más allá de los límites de la propia iglesia (142).
Para tener una panorámica general, Fratelli Tutti aborda desde realidad vivida por la pandemia del COVID-19 e iluminada por la parábola del buen samaritano de Lucas 10, 25-37 (Capítulo II), cinco dolorosas realidades que conmueven al mundo: 1. El modelo de desarrollo global en los capítulos I y III. 2. La dolorosa situación de los migrantes en el capítulo IV. 3. La política bien entendida como “amor social” en el capítulo V. La necesidad de diálogo y reconciliación para la amistad social en el capítulo VI y, finalmente la lacerante situación de la guerra y la pena de muerte en el capítulo VII. El Papa termina su encíclica con un llamamiento ecuménico por la fraternidad mundial (capítulo VIII).
Como es de imaginar, en cada una de ellas se aborda el tema educativo y se otorga a la pedagogía de la fraternidad un espacio muy importante para intentar llevar a cabo un pacto social realista e inclusivo “que respete y asuma las diversas cosmovisiones, culturas o estilos de vida que coexisten en la sociedad” (219). Veamos entonces, en este sencillo artículo, 7 ideas clave de la encíclica Fratelli Tutti sobre educación.
- Si queremos una nueva humanidad será imprescindible una nueva educación. Por eso en días pasados se ha lanzado el “Pacto Mundial por la Educación” que pretende entre cosas destacar el valor de la fraternidad, la equidad y la inclusión. A este respecto el Papa nos dice:
“Algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente capacidades destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y sólo reclamarán libertad. Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con discapacidad, para alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, para alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades de curar adecuadamente sus enfermedades. Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más.” (109)
“La tarea educativa, el desarrollo de hábitos solidarios, la capacidad de pensar la vida humana más integralmente, la hondura espiritual, hacen falta para dar calidad a las relaciones humanas, de tal modo que sea la misma sociedad la que reaccione ante sus inequidades, sus desviaciones, los abusos de los poderes económicos, tecnológicos, políticos o mediáticos. Hay visiones liberales que ignoran este factor de la fragilidad humana, e imaginan un mundo que responde a un determinado orden que por sí solo podría asegurar el futuro y la solución de todos los problemas.” (167)
- Aprender a ser hermanos es lo que alimenta la auténtica libertad e igualdad humana, porque tanto la libertad como la igualdad están orientadas hacia el amor.
“La fraternidad no es sólo resultado de condiciones de respeto a las libertades individuales, ni siquiera de cierta equidad administrada. Si bien son condiciones de posibilidad no bastan para que ella surja como resultado necesario. La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad. ¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores? Lo que sucede es que la libertad enflaquece, resultando así más una condición de soledad, de pura autonomía para pertenecer a alguien o a algo, o sólo para poseer y disfrutar. Esto no agota en absoluto la riqueza de la libertad que está orientada sobre todo al amor.” (103)
“Tampoco la igualdad se logra definiendo en abstracto que “todos los seres humanos son iguales”, sino que es el resultado del cultivo consciente y pedagógico de la fraternidad. Los que únicamente son capaces de ser socios crean mundos cerrados. ¿Qué sentido puede tener en este esquema esa persona que no pertenece al círculo de los socios y llega soñando con una vida mejor para sí y para su familia?.” (104)
- Los educadores tenemos la tarea de formar a los nuevos samaritanos del siglo XXI. Lo cual implica que nuestros estudiantes asimilen un profundo sentido de la empatía y cercanía con el otro. Es imperioso entender que formar para una ciudadanía global no se trata de poseer solamente saberes técnicos y multidisciplinarios, sino que es preciso desarrollar la capacidad de poder ver y apreciar al prójimo como su hermano. Es decir, samaritanos del siglo XXI.
“Quiero destacar la solidaridad, que «como virtud moral y actitud social, fruto de la conversión personal, exige el compromiso de todos aquellos que tienen responsabilidades educativas y formativas. En primer lugar me dirijo a las familias, llamadas a una misión educativa primaria e imprescindible. Ellas constituyen el primer lugar en el que se viven y se transmiten los valores del amor y de la fraternidad, de la convivencia y del compartir, de la atención y del cuidado del otro. Ellas son también el ámbito privilegiado para la transmisión de la fe desde aquellos primeros simples gestos de devoción que las madres enseñan a los hijos. Los educadores y los formadores que, en la escuela o en los diferentes centros de asociación infantil y juvenil, tienen la ardua tarea de educar a los niños y jóvenes, están llamados a tomar conciencia de que su responsabilidad tiene que ver con las dimensiones morales, espirituales y sociales de la persona. Los valores de la libertad, del respeto recíproco y de la solidaridad se transmiten desde la más tierna infancia. […] Quienes se dedican al mundo de la cultura y de los medios de comunicación social tienen también una responsabilidad en el campo de la educación y la formación, especialmente en la sociedad contemporánea, en la que el acceso a los instrumentos de formación y de comunicación está cada vez más extendido».” (114)
- El desafío de la migración interpela nuestra fe y los valores que decimos practicar. La educación debe ser un instrumento para vivir la amistad y la apertura al otro y no, en cambio, llenarnos de miedos y rechazo al otro que no es como uno.
“La paz social es trabajosa, artesanal. Sería más fácil contener las libertades y las diferencias con un poco de astucia y de recursos. Pero esa paz sería superficial y frágil, no el fruto de una cultura del encuentro que la sostenga. (…) Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! Enseñémosles la buena batalla del encuentro!” (217)
“Gracias al intercambio regional, desde el cual los países más débiles se abren al mundo entero, es posible que la universalidad no diluya las particularidades. Una adecuada y auténtica apertura al mundo supone la capacidad de abrirse al vecino, en una familia de naciones. La integración cultural, económica y política con los pueblos cercanos debería estar acompañada por un proceso educativo que promueva el valor del amor al vecino, primer ejercicio indispensable para lograr una sana integración universal.” (151)
“Esto implica algunas respuestas indispensables, sobre todo frente a los que escapan de graves crisis humanitarias. Por ejemplo: incrementar y simplificar la concesión de visados, adoptar programas de patrocinio privado y comunitario, abrir corredores humanitarios para los refugiados más vulnerables, ofrecer un alojamiento adecuado y decoroso, garantizar la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos, asegurar una adecuada asistencia consular, el derecho a tener siempre consigo los documentos personales de identidad, un acceso equitativo a la justicia, la posibilidad de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia vital, darles libertad de movimiento y la posibilidad de trabajar, proteger a los menores de edad y asegurarles el acceso regular a la educación, prever programas de custodia temporal o de acogida, garantizar la libertad religiosa, promover su inserción social, favorecer la reagrupación familiar y preparar a las comunidades locales para los procesos integrativos”. (130)
- ¡A recuperar el ambiente del barrio, ser buenos vecinos! No es ninguna novedad que muchos centros educativos y sus estudiantes tienen interacciones mínimas o inexistentes con su entorno cercano. El Papa la llama “la cultura del encuentro”:
“En algunos barrios populares, todavía se vive el espíritu del “vecindario”, donde cada uno siente espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino. En estos lugares que conservan esos valores comunitarios, se viven las relaciones de cercanía con notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del sentido de un “nosotros” barrial. Ojalá pudiera vivirse esto también entre países cercanos, que sean capaces de construir una vecindad cordial entre sus pueblos. Pero las visiones individualistas se traducen en las relaciones entre países. El riesgo de vivir cuidándonos unos de otros, viendo a los demás como competidores o enemigos peligrosos, se traslada a la relación con los pueblos de la región. Quizás fuimos educados en ese miedo y en esa desconfianza.” (152)
“La palabra “cultura” indica algo que ha penetrado en el pueblo, en sus convicciones más entrañables y en su estilo de vida. Si hablamos de una “cultura” en el pueblo, eso es más que una idea o una abstracción. Incluye las ganas, el entusiasmo y finalmente una forma de vivir que caracteriza a ese conjunto humano. Entonces, hablar de “cultura del encuentro” significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos.” (216)
- La educación es para liberar y no una estrategía de los malos gobiernos para someter a los más pobres al conformismo y la pasividad.
“Esta caridad, corazón del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los últimos, que está detrás de todas las acciones que se realicen a su favor. Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura, y por lo tanto verdaderamente integrados en la sociedad. Esta mirada es el núcleo del verdadero espíritu de la política. Desde allí los caminos que se abren son diferentes a los de un pragmatismo sin alma. Por ejemplo, «no se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad». Lo que se necesita es que haya diversos cauces de expresión y de participación social. La educación está al servicio de ese camino para que cada ser humano pueda ser artífice de su destino. Aquí muestra su valor el principio de subsidiariedad, inseparable del principio de solidaridad.” (187)
- Aprender a ser hermanos nos compete a todos. Nadie puede esquivar esa responsabilidad, ni dejarse llevar por la venganza, sobre todo en las regiones que viven conflictos internos y entre países vecinos.
“No hay punto final en la construcción de la paz social de un país, sino que es «una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo». Las manifestaciones públicas violentas, de un lado o de otro, no ayudan a encontrar caminos de salida. Sobre todo porque, como bien han señalado los Obispos de Colombia, cuando se alientan «movilizaciones ciudadanas no siempre aparecen claros sus orígenes y objetivos, hay ciertas formas de manipulación política y se han percibido apropiaciones a favor de intereses particulares».
Es un gran desafío y una gran tarea, de mi parte solo me queda invitarlos a respondernos con franqueza: si no lo hago yo, ¿quién? Si no lo hago ahora, ¿cuándo? Si solo pienso en mí, ¿quién soy?
Cristo fué el primer apóstol del amor, la compasión y el perdón, pero cuando estos bellos propósitos se convierten en leyes, el resultado no es lo deseable, sino que por el contrario, produce más pobreza..
Muchos emperadores, filósofos, religiosos y políticos desde hace miles de años, han querido mejorar las relaciones entre humanos sin conseguir absolutamente nada. Para mí, la última esperanza es la ciencia, siempre que caiga en buenas manos.
Felicitaciones Hermano Ricardo
Honda, profunda y humana reflexión e interpretación de las ideas y sentimientos del Papa Francisco
Dios quiera que siquiera una parte de todo ello se cumpliera
Un Abrazo fraterno Hermano
Estimado Abdilón, me alegra saludarte y recordar el gran aporte que ofreciste en la educación lasallana de Cuenca. Un fuerte abrazo y gracias por tu comentario.
Siempre hay que cambiar de mentalidad