Conversando con un grupo de amigos sobre el bicentenario de la Independencia salió a la conversación el orgullo de descender de fulano. Reflexionando sobre el tema, creo necesario pensar y reflexionar qué es más importante: el ancestro, ¿de quién vengo?, o el descendiente: ¿quién soy?, ¿soy digno de descender de dónde vengo?
Muchas veces la persona se deja llevar por la vanidad y cree que es importante porque viene de tal prócer o tiene tal o cual apellido.
Lo verdaderamente importante es quien soy, que hago, con que he contribuido al mundo, que he hecho por los demás.
Si he servido en un puesto de elección popular, ¿he servido? O ¿me he servido del puesto? ¿He sido imparcial y justo? o ¿he ayudado a mis amigos?, o ¿he aprovechado mi puesto para recibir “regalitos” y salir beneficiado?
Hay también muchos amigos, panas del alma, que cuando estás en el poder te piden que los ayudes para conseguir tal o cual contrato o lo que sea. ¿Has cedido a su pedido?, o ¿has colaborado con ellos, por amistad, o por colaboraciones o por lo que sea?
Y viendo el lado negativo, ¿Cómo he engañado?, ¿a quienes he estafado?, ¿de quienes me he servido?, ¿en que he sacado provecho? (ya sea para mí, para parientes o amigos), ¿de qué me he aprovechado?
Hay una gran diferencia entre un hombre de provecho y un hombre aprovechador, y la principal diferencia es la intención.
Hemos vivido en estos años muchas vivencias que nos han demostrado de que están hechos algunos individuos. Los que acostumbran mentir, engañar, hacerse las víctimas, falsear la verdad, los acomodaticios, los vividores, los abusadores, los cobardes envalentonados, los amenazadores, en fin cada uno, según su forma de actuar.
El hombre no tiene valor por sus ancestros, lo que tiene, si tiene un apellido, es simplemente la obligación moral de respetar ese apellido, de demostrar quién es él, y que no ha vivido en vano.