Se trata de NAVILA DIEB, muy bonita de cara, linda por fuera y especialmente por dentro. Muy espiritual. Su lema: “Los guayaquileños pese a las adversidades, somos luchadores”. Una verdad de toda la vida de su existencia como tal desde 1547, no solo hace 200 años, que gracias al PRÓCER Dr. Jose Joaquin de Olmedo y otros ilustres ciudadanos de su tiempo, nos dieron la INDEPENDENCIA, de la Corona de España.
En el interior de este tabloide de Diario Expreso de la ciudad de Guayaquil, hay una reseña de ella, escrita por Vannessa Tapia Alarcon. Vanessa, nos dice que: “la Reina de Guayaquil, está ávida de continuar la ayuda social que inició como candidata”, y “transformar la vida de cientos de personas”…
Elegante, tiene estilo al caminar. No en vano ha sido modelo, y se expresa bien al hablar. Estudia Comunicación Social. Tiene a duras penas 23 años de “risueña existencia”, como decían en el pasado las radiodifusoras de nuestra ciudad.
Navila, ha expresado en esta entrevista: “…quiere que, junto a la Virreina (Geanella Villar, (su sucesora en caso de renunciar a la Corona), y la Estrella de Octubre (Valentina Silva), conformar un gran equipo. TODAS tenemos el amor y la PASIÓN, por ayudar.”. Nos ha dicho
Es completa, completísima como belleza, corporal y espiritualmente hablando.
Sin querer, doble el tabloide referido. En su parte superior, aparece su bellísimo rostro, en la parte inferior su cuerpo y sus preciosas piernas, que las luce, estiradas, la una sobre la otra.
Una sola observación tengo a esta fotografía: A los guayaquileños, no nos interesa si nuestra reina tenga buenas o bonitas piernas, para el efecto, es un aspecto secundario. No interesa más, su rostro, su cuerpo, con vestido largo y en especial su alma y sus proyectos.
Navila, reúne todos esos detalles, en buena hora, pero, me permito una muy respetuosa sugerencia: cambie de asesora de imagen o de fotógrafo, o de ambas cosas. Nada más.
Lo reitero sin sinceras felicitaciones.
Viva Guayaquil independiente.
Viva el Bicentenario de su libertad política.
Un fuerte abrazo octubrino a la distancia.