21 noviembre, 2024

Olmedo y Rocafuerte censuran a Bolívar

 

Hay un evento en nuestra historia durante Gran Colombia que nuestros historiadores han ignorado. El inicio de la decadencia de Bolívar comenzó cuando se promulgó la constitución boliviana en 1826 en la que se convertía en presidente de por vida y pretendió que los demás países la aceptaran. Motivó revueltas en Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Esto sucedió cuando José Joaquín Olmedo y Vicente Rocafuerte vivían en Londres, representando a Perú y México respectivamente. En esa capital se conoció que Bolivar quería firmar un armisticio con España durante 20 años; posteriormente España podía recuperar sus antiguas colonias.

Cuando Olmedo se enteró envió una comunicación a Hipólito Unanue el 28-6-1827, ministro de relaciones exteriores de Perú. Es la comunicación más fuerte que he leído. Se observa a un Olmedo muy molesto por lo que Bolívar quería firmar; opinaba que era absurdo hacer esa propuesta cuando España se encontraba cuesta abajo. “¿Será posible que, cuando España ha llegado al último grado de miseria y abatimiento, cuando está despedazada por la furia de los partidos y por la codicia y fanatismo del clero, desacreditada por la imbecilidad y crueldad de su Rey; degradada por la inepcia de ministros estúpidos y obscuros, destituida de todos los elementos de vida, sin erario, sin crédito, sin comercio, sin ejército, sin marina; vilipendiada, mofada por todos los pueblos, será posible que se escoja este momento para proponerle una tregua cuando ella está en situación de pedirnos la paz?”. Para Olmedo no era el momento si todo el continente “está libre de enemigos” y las independencias reconocidas por las principales potencias, sobre todo existiendo la Doctrina Monroe que se oponía al colonialismo europeo en las tres Américas. Estados Unidos pasó a convertirse en protector de las nuevas repúblicas.

Olmedo consideraba que la tregua no convenía porque fortalecería a España y debilitaría a las nuevas repúblicas: “…¿qué confianza deben inspirarnos las protestas de una nación que siempre creerá que los tratados y todos los principios de derecho público y de gentes no tienen efecto, ni aplicación a transacciones con vasallos rebeldes?, ¿ni qué seguridad podemos tener de que las naciones fiadoras no excusarán, y aun justificarán, la perfidia de España, en caso de que en aquel tiempo convenga a su proyecto y a sus intereses la reducción de la América, o a lo menos una guerra que la debilite y embarace su rápido engrandecimiento, o si no hallan otro medio de que les pague España sino recobrando sus colonias?[ …] la tregua abrirá necesariamente el tráfico y comercio español con nuestros países; y no es fácil calcular todas las ventajas que puede sacar España de esta libertad, si aun ahora en que todo español inspira desconfianza, si ahora en que la vigilancia de los Gobiernos es mayor sobre su conducta, si ahora en que hay tanta precaución para admitir uno que otro en el país, se ven cada día ejemplares de tentativas y conspiraciones contra el sistema, como lo comprueba entre otros un suceso reciente de Guatemala, ¿qué será entonces cuando, a favor de la tregua y con pretexto de comercio, remita España colonias de agentes secretos, espías y emisarios que vayan sordamente trastornando las cosas y pervirtiendo la opinión, y preparando la misma para que haga a su debido tiempo la explosión?”

Otra razón de Olmedo para haber estado en contra es el hecho que se seguía presionando para que todos los países europeos reconocieran a las nuevas repúblicas, tarea que no se podía ni debía suspender: “Los gobiernos Europeos que con algún suceso han dado pasos para nuestro reconocimiento sin más condición que la concesión de algunas ventajas mercantiles a favor del comercio peninsular, ¿qué concepto formarán de nuestros Gobiernos cuando vean que, al terminar con honor nuestra carrera, retrocedemos y adoptamos una medida que humilla tanto la dignidad republicana? Es muy regular que se resfríen en sus buenas disposiciones (que no tienen por amor nuestro; sino por su propio interés), y que, al fin, lisonjeados con las ventajas que pueden sacar de nuestra debilidad, favorezcan decididamente la causa de España, la ambición del nuevo Emperador del Brasil y los principios de la Santa Alianza, que, si está en el día adormecida, despertará entonces con más brío y más audacia. ¿Qué no pueden hacer todas estas potencias conjuradas acumulando por 10 o por más años contra nosotros cuantos elementos estén en su poder de guerra o de política?”

De su parte Rocafuerte en carta del 18 de septiembre de 1827 enviada desde Londres a Juan de Dios Cañedo, ministro de relaciones exteriores de México le advierte: “…he sabido que los agentes del General Bolívar en Europa están redoblando sus esfuerzos para entablar sus negociaciones en la corte de Madrid. Esta noticia me conduce a sospechar que el General Bolívar aspira a coronarse, y que puede entrar en los cálculos de su hipócrita ambición el plan de vender los intereses republicanos de la América, como ha vendido ya los de Colombia […] su conducta es alarmante para las libertad y bienestar de las otras repúblicas de la América Española […] Bolívar se ha quitado su disfraz de patriota y es capaz de cualquier cosa. En su delirio de ambición bien podría ofrecer a Colombia en su transacción maquiavélica, mientras sea reconocido como rey o presidente vitalicio de Colombia”. Este último tema se refiere a ayudar a España para nuevamente tomar control de México.

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