Ante tanta tragedia, -fuera del COVID-19 que azota al mundo entero- hay otra, tan grave que viene arrastrando a algunos de los pueblos del orbe.
¡Atención América-latina! -Entre los que está Ecuador-. Víctima de los políticos inmorales, que ejercieron, y aún quieren ejercer El Poder público: mancillando las leyes escritas en la constitución y con su personería inmoral, traicionan al pueblo, en todas sus esferas, que en algún momento confiaron en ellos.
Todos sabemos, como parte del pueblo ecuatoriano, que fuimos o somos víctimas de quienes, desde el decenio anterior ejercieron el Poder público y luego sentenciados y prófugos-con el botín a cuestas- no solo robaron las arcas fiscales, sino la confianza ciudadana, que como pilares inamovibles, debe sostener la integridad de la nación.
Acorde a lo expuesto, me permito transcribir uno de los pensamientos de José Joaquín de Olmedo, el gran político propulsor de nuestra Independencia; recién publicado en la obra que lleva su nombre; autoría del gran investigador histórico-Guillermo Arosemena Arosemena, entre las GRANDES BIOGRAFÍAS DEL BICENTENARIO.
“El Poder Público no es una propiedad que se adquiere, no es un fuero, no es un premio que la nación concede; es una carga honrosa y grave, es una confianza grande y terrible que lleva consigo grandes y terribles obligaciones.
El ciudadano investido de poder no tiene más derechos, ni más prerrogativas que las de tener mayores facultades para el bien, y la de ser el primero en marchar por la facultad para el bien y la de ser el primero en marchar por la estrecha senda de las leyes, ni debe proponerse otra recompensa que la esperanza de merecer un día, por su moderación, por su constancia, por su cordial sumisión a las leyes, el amor de sus conciudadanos y la gratitud de la patria” José Joaquín de Olmedo
“Por la paz del mundo”