“El hombre aislado se siente débil, y lo es”. Concepción Arenal
“El primer beso, sabedlo, no se da con la boca, sino con los ojos”. O. K. Bernhardt
“El amor nace, vive y muere en los ojos”. William Shakespeare
“Las lágrimas son la sangre del alma”. San Agustín
“Los ojos son los labios del espíritu”. H. F: Hebbel
“Todos los males del mundo provienen de que el hombre cree que puede tratar a sus semejantes sin amor”. León Tolstoi
“Lo más aburrido del mal es que uno se acostumbra”. Jean Paul Sartre
Los pensamientos de varios personajes resumen y abarcan en gran parte el contenido de esta reflexión.
El uso de la mascarilla nos obliga a comunicarnos, expresando nuestros sentimientos, casi en su totalidad con nuestros ojos.
La protección de nuestra nariz y labios nos hace sentir y experimentar lo que las mujeres musulmanas experimentan.
La ley o código de vestimenta femenina principalmente en el islam, lo podemos resumir tomando los contenidos en Wikipedia sobre el tema en lo siguiente: “Las mujeres después de la primera menstruación deben vestir con modestia y cubrir su rostro sólo dejando ver sus ojos. Esto es por modestia y reclusión en la esfera pública y religiosa separándola de los hombres”.
¿Por qué he mencionado esto primero?, porque ahora todos los hombres y mujeres entenderemos mejor a las musulmanas al vivir la experiencia y sobre todo a tener que expresar muchas emociones sólo con los ojos.
Las mascarillas nos protegen por un lado, pero también al no oxigenarnos correctamente por inhalar lo que expiramos, también nos perjudica.
Las mascarillas se han convertido en parte obligatoria de nuestra diaria vestimenta, siendo igual en la mayoría de los casos para mujeres y hombres, con lo que compartimos y experimentamos algo nuevo en común, así como expresarnos.
Las mascarillas han desarrollado nuevas modas, publicidad y desafíos para lograr al menor precio la mayor eficiencia en procesar el aire que respiramos.
Las risas y sonrisas las escuchamos y percibimos sin verlas, lo que según los sentimientos de cada uno, consciente o inconscientemente nos afecta.
¿Cuánto tiempo deberemos tenerla, cómo superaremos los inconvenientes que generan cada vez que ingerimos alimentos y/o bebidas? ¿Cómo se comportan los fumadores, qué hacemos cuando por alguna razón no escuchamos bien o no entienden nuestros interlocutores en reuniones, ventanillas de bancos y otros lugares; además de las limitaciones de reuniones, eventos y otras actividades, llegan los momentos que nos quitamos las mascarillas con los consecuentes riesgos.
La mascarilla es una forma de aislamiento de la comunicación y expresión de nuestras vidas que, sumada a los encierros, está afectando nuestra salud mental y sentimental porque sentimos de alguna manera que estamos prisioneros de una situación que no sabemos cómo nos afectará en lo mental y emocional, además de lo físico.
Si a esto sumamos la incertidumbre de no saber cómo, cuándo o dónde y a qué precio recuperaremos nuestra normalidad. Que además sigue incierta con todas la dudas sobre las vacunas, las teorías de las conspiraciones, las propuestas de reducción de la población mundial, el desempleo, la crisis económica, las limitaciones de movilidad local y mundial, que nos obligan a reflexionar sobre nuestras vidas, nuestro futuro, nuestras creencias y nuestro mundo.
Estamos todos en el planeta, ante el mayor desafío global y el primer proceso de lo que es la globalización.