Este debería ser un año para el olvido, pero las devastadoras consecuencias de la crueldad de esta pandemia serán difíciles de borrar por mucho tiempo. A partir del próximo año la vacuna nos brindará reconforto en salud pública y las elecciones nos ofrecerán una oportunidad más para reivindicarnos ante la perversidad del totalitarismo. Sin duda, esta pandemia no fue causada por el SSXXI nacional, pero la falta de preparación para enfrentarla debería constituir un perentorio testimonio de lo más protervo que la política puede infligir al ser humano y de la vulnerabilidad de toda una sociedad a manos de unos cuantos delincuentes.
Si bien no es menos cierto que un significativo caudal de electores sigue por ignorancia apoyando la tendencia revolucionaria, será crucial para la reconversión del país que el relevo en Carondelet establezca una verdadera cátedra de jurisprudencia ética a pesar de la complejidad del desafío. Las leguleyadas criollas son las vías más largas y tortuosas en el mantenimiento de un status quo que posterga indefinidamente la consecución del bienestar ciudadano.
Para vivir en paz, progreso y libertad debe existir justicia, no de mínimos acuerdos ni de requisitos básicos, sino de plenos, irrenunciables y contundentes derechos. El imperio de la ley, tanto en el papel como en la práctica, será siempre la piedra angular de nuestro ansiado desarrollo. Su ausencia, sin embargo, nos condenará a permanecer en la marginalidad y a merced del mercantilismo político. El país necesita un nuevo amanecer.
Muy alentadoras tus palabras. En efecto ya basta de tanta pandemia politica, necesitamos un nuevo amanecer como tu bien lo anotas