21 noviembre, 2024

¡El año más bello de mi vida!

2020 ha sido un año de reencuentro con la vida, con el planeta y conmigo mismo.

Es cierto, he perdido y hemos perdido mucha gente valiosa. Murieron los que no debían morir y sobrevivieron muchos que deberían estar muertos, sobre todo los culpables de las desgracias del mundo.

Pero ha sido un tiempo sabio para meditar y darnos cuenta (los que buscamos lo bueno, en lo malo), del errado, difícil y enredado camino que ha seguido el mundo, que nos ha traído a la situación actual.

Los aciertos o desaciertos que hemos cometido, nos han perjudicado a nosotros mismos. Ha habido cambios es las estructuras de nuestras vidas y de nuestros negocios. ¡RENOVARSE O MORIR!, ha sido el lema que nos impuso la vida, los que se adaptaron al cambio, sobrevivieron.

Mientras tanto, el maligno, el que se aprovecha de nuestras debilidades para golpearnos y destruirnos, ha estado muy activo, aprovechando nuestra desesperación para que busquemos consuelo en el materialismo, en lo perecedero, para alejarnos del verdadero camino, de la confianza y seguridad, de lo que es estable y eterno.

Creo que es hora de volver al camino de la confianza y del amor. Es hora de dejar el temor, la desesperanza y la preocupación. Meditemos. ¿De dónde viene el pánico a la muerte? Nadie va a poder evitar ese último paso de nuestra vida. En algún momento, todos lo daremos. Lo importante, es estar preparados para ese gran último paso. ¿Ha arreglado bien su alma? ¿Ha buscado el bien para los demás? ¿No ha hecho mal a nadie? ¿No ha matado, herido, estafado o abusado de alguien? ¿Tienes claras tus cuentas con Dios? Entonces, ¿de qué tienes miedo?

Vive lo que te corresponda vivir. Si tienes bien tus cuentas con El de arriba, ¡no te expongas! También eso es pecado, pues es un desafío a Dios. Vive normalmente tu vida y agradece a Dios tu paso por este mundo. ¡Aprovecha para servir! ¡Servir es vivir! Si has vivido y has servido, has justificado tu paso por este mundo.

Este año es una bendición que Dios nos ha dado. Un regalo de tiempo para meditar, aceptar, buscar y encontrar la paz interior.

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Con todo mi corazón desearía que cuando esto sea leído ayude a alguien que, como yo, sufre de esta enfermedad llamada cáncer.

¡Qué terrible suena esta palabra que se siente cargada de dolor y de angustia!

Cuando supe que ella había tocado a mi puerta y yo le había permitido entrar, como ladrón silencioso trató de robar mi cuerpo y por qué no decirlo hasta mi espíritu. Me quedé muda como si un viento helado y huracanado me envolviera.

No sabía a dónde correr, no podía pensar, no podía llorar, quería gritar y decir: ¡a mí no!, ¡por favor ayúdenme! Pero nada salía de mis labios, estaba paralizada, tenía miedo, el terror me embargaba ¿qué iba hacer de mí?

Los dolores que sentía eran tan intensos, pero tan fuertes, nunca imaginé que esta enfermedad llamada cáncer, fuera tan devastadora, tan fulminante.

Y más aún jamás pensé que yo iba a ser escogida, que tenía que vivir por siempre y para siempre con una espada sobre mí. Pensaba mientras escuchaba las palabras “cáncer en la columna” y me dije: ¡ese es el que yo tengo!

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