Es increíble como ha pasado el tiempo…me pongo a pensar en el día que te fuiste y me lastima como si hubiera sido hoy.
Han pasado diez y nueve y tu presencia sigue en mi corazón y mi mente como siempre. Recuerdo tu estruendosa risa que con mucha prisa hacía reír a todo el que la escuchaba.
Era imposible permanecer triste al lado tuyo.
Me pongo alegre cada vez que pienso en tu sonrisa y en esas cosas tuyas que te hacían único en la tierra.
Fuiste un hijo tan especial…tan querido…tan sentido.
Hasta hoy los guardianes de la urbanización donde vivías se acuerdan como los saludabas cada vez que pasabas por la garita para llegar a tu casa.
Cuando estoy con alguna de tus cosas, cada cosa tuya hace que te extrañe más.
Veo tus botas que me regalaste y las guardo como un tesoro. Nunca te lo alcancé a decir, pero me sentía orgulloso de ti cada vez que participabas en una competencia para correr.
Fuiste mi cómplice de muchas circunstancias y secretos compartidos como amigos y más que eso… entre padre e hijo.
Ahora cuando voy a visitarte, me siento sobre tu césped y en silencio te hablo, oro y lloro.
Mi constante interrogante es la de siempre; cuando trato de saber si lo que hago por tus hijos es lo que quisieras que hiciera o si estás contento con lo hecho.
A lo mejor en tu silencio y la tranquilidad que obtengo al despedirme, está tu asentimiento y la respuesta que buscaba acompañada de una de tus maravillosas sonrisas.
Dentro de lo limitado de mi entendimiento y lo equivocado de mi propósito, trato de hacer con tus hijos lo que tú también hubieras hecho.
Aunque sé que es imposible igualarte en el empeño por que nadie nunca lo podrá; los acompaño, guío y trato de ser su amigo más que cualquier cosa.
No sé qué pienses, pero una de las razones de mi propia existencia está en su felicidad.
Sí, eso es lo importante… que crezcan felices, alegres y sobre todo que te recuerden y te amen.
Cada vez que puedo les hablo de ti y los lleno de historias que con el tiempo se vuelven recuerdos maravillosos, pero que jamás llenarán la hermosa vida que les hubieras otorgado si estuvieras a su lado.
Todos los días te veo mi hijito, cuando veo la mirada de tus chiquitos.
A veces cuando los beso, me atrevo a hacerlo en tu nombre y con todo mi amor trato de darles el
mismo amor que tú le dabas.
Sé que los cuidas y me cuidas para que los cuide.
Sé que los proteges y muchas cosas que suceden y son inexplicables, son hechas por ti para su bien. A veces ideas que nacen o situaciones que se arreglan, son generadas por el inconmensurable amor que tuviste hacia los tuyos y constituyen una prueba tangible de tu presencia actual sobre la tierra.
Tus hijos son alegres y felices… no lo dudes.
El día de hoy sin embargo al levantarme, me he puesto a llorar por recordarte e imperiosamente necesito que sepas cuanto te extraño y lo orgulloso que estoy de ti más que nunca.
Sé que estás en el cielo Ricardo Váscones Ponce; pero en la tierra estás conmigo y mientras yo viva, tus hijos te tendrán también.
cuanto amor, en cada una de las frases, Dios cuide de la pesona que escribio esta carta.
Que maravillosa carta, que maravilloso recuerdo que maravillosa fortaleza que maravilloso amor