El diagnóstico de la capacidad intelectual, así como los sistemas de clasificación de esta han constituido un tema de interés principal para todos aquellos que intentan comprender este fenómeno. Para conocer esta cifra se realizan unas pruebas en las que se mide, por una parte, la edad mental y por otra, la edad cronológica, y a partir de estos datos se calcula el coeficiente intelectual (CI o IQ).
El objetivo de este artículo consiste en realizar un pequeño recorrido sobre las implicaciones, peligros y beneficios de los sistemas de clasificación en el campo de la discapacidad intelectual para finalmente abordar el enfoque multidimensional con el que los profesionales de la salud y los servicios se acercan actualmente a la misma.
La razón fundamental de cualquier sistema de clasificación, en este caso debatiendo lo que en teoría es comparar la capacidad de enfrentar los posibles escenarios que implementará un ciudadano para enfrentar los problemas existentes o accidentales que debe poder solucionar un buen administrador, por lo antes dicho se procede a explorar las similitudes y diferencias entre individuos.
Funcionaría relativamente si las personas actuarán sin preparación y honestamente; sin embargo, estos van preparados por encuestas y “politólogos” implantando un proceso falso que refleja a su vez las perspectivas teóricas y creencias de aquellos que actúan, así como el objetivo que subyace al mismo.
Las implicaciones históricamente tienen como objetivo principal intentar comprender la naturaleza de la discapacidad, así como sus implicaciones para el diagnóstico y la intervención, por lo que las categorías conexas han sido formuladas en términos de personas fácilmente guíales o con rencores heredados. En cierto modo son “compartimentos estancos” al asumir que el hecho de pertenecer a una de ellas implicará un mismo tipo de necesidades; para el acceso a diferentes recursos y servicios, según su hábitat.
La importancia de los debates radica en parte en que favorecen el progreso en diferentes discapacidades viven: educación, empleo, servicios de salud mental y otros.
Un debate sin “arbitraje” es decir un controlador que exija una aclaración es un cantinflada y más decepcionante cuando está es una competencia de demagogia muy lejos de lo conciliable con la realidad en la que se vive.
Veamos ¿Qué significa debatir? El debate es un acto de comunicación en el que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses.
¿Cuál es la mejor forma de debatir?
Éstas son las 10 recomendaciones para participar en un debate:
- Conocer el tema y documentarse. …
- Ser breve y conciso. …
- Respetar opiniones. …
- Saber defender opiniones que no son la nuestra. …
- Ser capaz de responder a las objeciones y de criticar los argumentos de los oponentes. …
- Identificar las falacias.
Además, dejemos constancia que la flor y nata del álgebra: al escribirla “halljevra rafaelesca” prefirió esconderse en su COVID XXI; del cuál milagrosamente se curó anoche después del espectáculo.
Con estos antecedentes presenciamos ¿Un Debate? O, un ¿Espectáculo de Pésimos Actores?