He sucumbido a la tentación de escribir sobre política. No suelo hacerlo de manera explícita porque siempre habrá algo que disguste o levante el polvo de las opiniones, algunas de ellas en contraposición a la mía, muy atinadas y de gran valía. Sin embargo, ante tantas expresiones de los candidatos presidenciales, algunas francamente descendiendo a cotas de cretinismo, siento la necesidad de expresar algunas pistas recogidas de la histórica encíclica del papa Francisco, Fratelli Tutti particularmente del capítulo quinto y que creo, al menos para mi, pueden abonar el terreno para un sano discernimiento a la hora de ejercer el voto.
- No voy a votar por quien pretenda instrumentalizarme. No soy una cosa que se contabiliza, se intercambia o se desecha. Eso es en el fondo una forma de desprecio al valor de la persona (No. 154-155).
- Votaré por un candidato que tenga con un proyecto nacional que no dependa exclusivamente de él. Los personalismos en política son muchas veces síntomas de querer perpetuarse en el poder (No. 159).
- Tendré cuidado con los que buscan votos exacerbando las inclinaciones más abyectas y egoístas de algunos sectores de la población. Sobre todo, por quienes descalifican o quieren anular las instituciones democráticas básicas del Estado (No. 160).
- No le creeré a quien me ofrece una receta milagrosa e inmediata para solucionar los problemas del país, porque no existen soluciones simples a problemas complejos. Por eso, prestaré atención a quien me proponga proyectos integrales, principalmente los que incluyan generar recursos para mi propio desarrollo y el de los demás. Indudablemente, el próximo presidente tendrá que ejecutar planes asistenciales, que atenderán ciertas urgencias, como la crisis sanitaria y económica producida por la COVID-19. Esas estrategias son respuestas pasajeras. Los regalos del Estado no existen (No. 161).
- Prestaré atención al candidato que ofrece empleo, que ayude a desarrollar mis capacidades y crear bienestar, fundamentalmente con mi propio esfuerzo. No quiero pensar que un candidato gane las elecciones sin un plan realista para generar trabajo, porque estaremos en la antesala de la peor de las pobrezas (No. 162).
- Un buen candidato será para mi quien muestra respeto por el orden público. La vida privada, así como la división del trabajo, los intercambios comerciales y la convivencia ciudadana solo son posibles bajo la tutela de la legalidad (No. 164).
- No seré iluso creyendo que derivar los servicios públicos hacia lo “privado” es garantía de éxito. Casi siempre la cultura individualista y los intereses económicos desenfrenados de las empresas buscan arreglar los problemas de unos pocos -los de ellos-. Y en el mejor de los casos, la solidaridad queda a merced de la posible buena voluntad de unos cuantos (No. 165).
- Tampoco les daré carta abierta a los candidatos tecnócratas, porque no se trata solamente de controlar los recursos y manejar convenientemente las estadísticas, sino en el modo ético de cómo los gobernantes los utilizan (No. 166). No correré el riesgo de elegir a un candidato que se somete fácilmente a los vaivenes de la economía y a los dictámenes del paradigma eficientista de la tecnocracia (No. 177).
- No me cabe duda que un buen candidato es quien le da un lugar prioritario a la educación. Pero una educación que me exija pensar, descubrir, integrar, dar calidad a las relaciones humanas, pero también que me ayude a reaccionar ante las inequidades, desviaciones y abusos de los poderes económicos, tecnológicos, políticos o mediáticos (No. 167).
- 10.Estaré alerta con el candidato que pretenda engañarme diciendo que el mercado lo resuelve todo. El dogma neoliberal del “goteo” no resuelve la inequidad, incluso a veces es el generador de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social. La pandemia ha puesto en evidencia que no todo se resuelve con la libertad de mercado ni con las recetas de los organismos financieros internacionales. La especulación financiera, la ganancia fácil, la riqueza ficticia como fin fundamental ha fallado (No. 168-169).
- 11.Finalmente, no votaré por aquella persona que le cuesta decir lo que está mal en el país, porque teme perder votos o se expone que se le caiga el maquillaje mediático (No. 197).
Como ven, gracias a la coyuntura electoral y a la encíclica “Fratelli Tutti”, me metí a escribir sobre política. Quizá, en el fondo les confieso, ha sido por no querer pagar el precio de ser gobernado por los peores.
Toda la razón porque la mayoría de candidatos no tienen propuestas verdaderas y sustentables el problema es que obligadamente toca votar
Excelente ponencia. Lastima que sea solo ilusiones… más ahora en nuestro contexto que todo y aclaro todo (TODOS) no tiene validez…
Muy buen análisis, excelente artículo,
Muy bien, lo comparto y agrego: un NO ROTUNDO a la violencia en cualquiera de sus formas; si al orden y la seguridad ciudadana, al derecho a vivir y trabajar en paz, sin miedo sl terrorismo, al narco-tráfico y al crimen organizado que se han tomado nuestra América
Lindo artículo para aquellos que nis gusta el pensamiento crítico y no queremos que nos regalen nada, soli que se generen los escenarios adecuados para trabajar dignamente con responsabilidad
Artículo para leerlo y volverlo a leer.
El Papa Francisco, es un ser humano sensible y muy pendiente de dar el consejo más acertado.
Dios cuide a este gran hombre servidor de Dios
Lo más importante es haber expresado tus consideraciones políticas si, pero con una carga justa de sinceridad y amor propio que reconoce el valor del ser y del hacer en la política.
Que bueno saber que aún las coyunturas hacen reaccionar a los intelectuales capaces de despertar en el ciudadano la ganas de ejercer la ciudadanía.
Excelente Ricardo, gracias por la motivación
Me gusta esa forma de pensar crítica, reflexiva y práctica. Gracias.