Las elecciones del 7-F fueron la culminación parcial de un proceso fraudulento dentro de una barbarie institucional. La victoria de Arauz no deja de sorprender, pero es real; los electores siguen procurando entre neófitos a su más nuevo redentor ante la falta de credibilidad de los polÃticos tradicionales. En todo caso, la carencia de institucionalidad sintetiza el porqué hoy nos enfrentamos al pretendido regreso a perpetuidad del SSXXI, versión Correa. Un paÃs con estructurado republicanismo no deberÃa temer la llegada al poder de ningún grupo polÃtico pues cada cuatro años habrÃa la posibilidad de escoger a un mejor conductor de la cosa pública. Este no es el caso del Ecuador.
Arauz no es Correa y por solo sentarse en Carondelet tampoco tendrÃa el poder que este construyó y amasó durante 10 años. El gran contingente legislativo no serÃa lo suficientemente representativo para que Pierina presida la Asamblea, a no ser que el poder económico del SSXXI logre cooptar algunas conciencias siempre al alcance del mejor postor. La ortodoxa conducción económica del paÃs no es un capÃtulo apto para impúdicos, pero si aún asà Arauz lograse consolidar para Correa un nuevo poder a distancia no habrá entonces otra salida polÃtica que un interinazgo que establezca orden en la república.
La precariedad de la situación social del paÃs requiere de un concertado esfuerzo entre tendencias ideológicas fuera del alcance o propósitos de Arauz. La irresponsabilidad de nuestra clase polÃtica tiene su precio y la factura está por llegar.
Un interinazgo es la única salida.
Cuando las Funciones del Estado son tomadas por una ideologÃa totalitaria , la ciudadanÃa al acudir a ellas no tiene oportunidad de reclamar sus derechos., si lo logra será una concesión graciosa.
Por eso, dejan de ser democrà ticas y aplica un gobierno transitorio para devolverle a la ciudadanÃa su poder sobre la clase polÃtica.
Que profesión tiene éste articulista?