Mientras pensaba en la mujer ideal para dedicarle el artículo de marzo, por el día internacional de la mujer, veía, en televisión, una serie sobre Roma y ahí apareció mi personaje importante, famoso y no tan nombrado en la actualidad: Agripina.
Agripina está en la lista de mujeres famosas de la historia.
Fue una de las 999 mujeres escogidas para aparecer en el Heritage floor de la instalación The Dinner Party, obra del reconocido artista estadounidense Judy Chicago, expuesta en el museo de Brooklyn en Nueva York.
¿Qué de especial tiene Agripina para ser tan famosa?
Su historia es la del amor incondicional a su esposo, el notable general romano Germánico, a quien imagino como un intrépido y valiente hombre de honor, aunque su final, muy cruel, me dejó inconforme con la cruda realidad.
Bueno, lo primero que hay que decir sobre Agripina es que fue la madre de Calígula, uno de los emperadores romanos más temidos; dicen de él que fue sádico, soberbio y extremadamente odiado.
Pero leyendo la historia de su familia, puede que hasta se llegue a justificarlo, un poco.
Sin embargo, la importancia de Agripina va mucho más allá. Fue una dama noble y de moralidad impecable, una de las mujeres más importantes e influyentes de su tiempo. Siendo uno de los pocos miembros de la familia imperial de Roma que goza de buena reputación, desde su época hasta nuestros días.
Agripina la Mayor (para diferenciarla de Agripina la Menor, su hija), fue nieta de Augusto, el primer emperador romano de la dinastía Julio-Claudia. Como parte de la familia imperial solo podía ver la vida con base en el éxito y el poder, aunque esa manera de ver las cosas, sin calcular las desventajas de ser mujer y haberse quedado viuda en una época de predominio machista, le costó perder un ojo y después perder la vida.
Agripina nació en el año 12 A.C., hija del general Agripa y de Julia, su esposa, quien murió de inanición en el destierro. Lo que añade más drama al asunto de la muerte de Julia, es que Agripina, años después, correría la misma suerte que su madre, muriendo de la misma manera. Hija del general Agripa, como ya dije, nieta del emperador Augusto, devota y fecunda esposa de Germànico, madre de nueve hijos. Su historia con detalle, no la voy a relatar aquí, pero a grosso modo y con imprecisiones, las cosas ocurrieron así en la vida de esta notable mujer de la Roma antigua:
Era el año 15 d.C., y en la frontera romana del Rin los soldados estaban con pánico; ya que se corrió una noticia falsa de que los germanos habían derrotado a una expedición y se disponían a invadirlos. Los legionarios romanos estaban dispuestos a cortar el puente que unía ambas orillas del río, para ponerse a salvo. Y en todo ese ínterin intervino una mujer: ¡Agripina! Ella se encontraba sola en ese momento, ya que Germánico estaba ausente. Ella impidió que cortaran el puente, actúo como si fuese un “general de campo” y con pie firme los incitó a volver a sus puestos y a no tener miedo. Muchos admiraron su valor, sin embargo al emperador Tiberio, no le gustó para nada su actitud, ya que en esa época era considerado “antinatural” que una mujer tomara en sus manos el mando de legiones. Los romanos eran por decir lo menos, muy machistas; la política romana en sí tenía un marcado carácter masculino, el hecho de que una mujer intervenga, así sea a su favor, era similar a un insulto.
Sin embargo, el comportamiento de Agripina no era por azar. Vipsania Agripina, era una de las hijas de Julia, única hija del emperador Augusto y de Agripa, el mejor general del emperador, por lo que vivió su infancia y su adolescencia en la corte y fue educada con la firme convicción de haber nacido con y para el poder.
Ella fue parte de todo un entramado drama familiar de lucha por heredar el mando de un imperio.
Cuando Agripina era aún una niña, su madre Julia, quería favorecer a sus hijos, pero la esposa de su abuelo, Livia, deseaba dar el lugar de sucesor del Emperador a su hijo Tiberio, fruto de su matrimonio anterior.
En medio de esa querella familiar, fue Livia quien ganó cuando el emperador Augusto adoptó a Tiberio como su hijo. Pero Augusto trató de llevar la fiesta lo más en paz posible. Hizo que a su vez Tiberio adoptara a Germánico como su hijo y heredero. Un año después de esta doble adopción, Augusto unió en matrimonio a su nieta Agripina con Germánico.
De esta unión, arreglada con fines particulares, resultó, sorpresivamente, un matrimonio feliz, mientras duró. Agripina acompañó a su marido en las campañas militares que este comandó.
Tanto Germánico como Agripina, se convirtieron en una especie de ídolos del pueblo, eran la pareja del momento; pese a su popularidad y estatus, fueron fieles al emperador Tiberio, una vez que este ascendió al trono. Contaban con que Germánico era heredero al trono y que un día ellos tendrían el poder absoluto.
En el año 18 d.C., Tiberio envió a Germánico a una misión en Siria, en la que, como era costumbre, lo acompañaron Agripina y sus hijos. El emperador envió tabién a su amigo Pisón. Livia, por su parte, dio instrucciones secretas a la esposa de Pisón, Plancina, para que estuviera al tanto de las acciones de Agripina y en el caso de que hiciera cosas “inapropiadas” que le brindaran más popularidad, le pusiera un alto. No tardaron en enfrentarse las dos mujeres y luego sus respectivos maridos. Pisón criticó públicamente a Germánico por la presencia continua de Agripina en sus actividades, entonces el comandante lo expulsó de Siria junto a su mujer Plancina.
Al año siguiente, Germánico hizo un viaje a Egipto y durante el regreso falleció repentinamente en Antioquía. Históricamente hay la posibilidad de que la muerte fue a causa de una disentería, pero, en su lecho de muerte, Germánico, señaló a Pisón y a su esposa como culpables de su envenenamiento.
Agripina y sus hijos volvieron a Roma por mar, llevando consigo las cenizas de Germánico.
Ni Tiberio ni Livia asistieron a las honras fúnebres de Germánico, pese haber sido el heredero al trono imperial, eso para Agripina fue una confirmación de sus sospechas de que su esposo había sido envenenado. La gente del pueblo que amaba a Germánico y a Agripina, tomó partido por ellos y clamó venganza. Llegaron al punto de un intento de revolución que fue frenado por la guardia pretoriana.
Todo esto fue el inicio del camino de la desgracia para Agripina, quien, pese a reclamar lo justo, parece que no calculó la magnitud del poder al que se enfrentaba.
Agripina estaba decidida a vengarse, con el apoyo de amigos influyentes, acusó a Pisón y a Plancina de traición, por unas revueltas e intento de guerra civil, lo que se dio al ser expulsado de Siria. Tiberio, como era el emperador, presidió el juicio y aceptó la condena de su amigo, quien se suicidó para evitar la confiscación de sus bienes. Plancina fue juzgada aparte y Livia intervino ante Tiberio para que fuera exonerada. Este gesto confirmó, tanto a Agripina como al pueblo romano, que fue Livia quien ordenó el envenenamiento de Germánico.
A partir de ese momento la relación entre Tiberio y Agripina quedó marcada por el disgusto y el distanciamiento.
Pero desde el inicio de toda esta historia está claro que Tiberio no la apoyó e inclusive, la despreciaba, ya que siempre había envidiado la popularidad de la que gozaban ella y su esposo Germánico.
En una de sus últimas quejas públicas por la muerte de su marido, Agripina recibió de Tiberio estas palabras: “Si no eres la que mandas, parece que te ofenden”.
A partir de ese momento Tiberio le dejó de hablar.
Agripina anhelaba y exigía que su hijo Nerón César fuera nombrado heredero de Tiberio. Pero ni Livia ni Sejano, el prefecto del pretorio, consejero del emperador, querían eso; ellos deseaban que Druso Gemelo, el nieto de Tiberio, sea quien llegase a ser el emperador de Roma. Sejano planificó una serie de estrategias para eliminar a Agripina. Ella fue invitada a comer junto al emperador Tiberio, pero rechazó una manzana que él le ofreció, ya que consideraba que estaba envenenada. Tiberio se molestó demasiado al ser considerado un envenenador.
Tiberio acusó a Agripina de orgullo impropio ante el Senado y a Nerón César, de homosexualidad. El Senado en principio rechazó las acusaciones, pero Tiberio reclamó el juicio para sí, y los desterró en la isla Pandataria.
Agripina, aún en el destierro no perdió su valor y le escribió una carta con reproches y hasta con insultos. Tiberio como respuesta, la hizo azotar de un centurión, y fue ahí cuando perdió un ojo.
Agripina dejó de comer y decidió morir de inanición, pese a que Tiberio había dado la orden de que la obligaran a “tragarse” la comida.
Sus hijos Nerón y Druso murieron también de hambre, a este último lo privaron de alimento de manera deliberada, al punto que dicen los historiadores, que intentaba comerse el relleno del colchón a donde dormía.
Sin embargo, si naces para martillo del cielo te caen los clavos, versa el dicho popular. Calígula, el tercer hijo de Germánico y Agripina, fue adoptado por Tiberio, se ganó su confianza y lo sucedió en el trono en el año 37 d.C.
Agripina, tal vez por su carácter férreo y su honestidad sin tapujos, a través de la historia se ha ganado la admiración de representantes del arte y de la cultura. Giovanni Boccaccio, la describe en su libro: De mulieribus claris, mujeres famosas. Es también un personaje de la novela de Robert Graves: Yo, Claudio, y aparece en la serie británica The Caesars.
Años después de su muerte, su hijo Calígula emperador romano, hizo traer sus cenizas a Roma y las sepultó en el mausoleo de Augusto; además, rindió homenaje a su memoria, emitiendo un Sestercio con la imagen de Agripina en la moneda de la época.
Si del amor de un hijo se trata, se nota que Calígula no olvidó a su madre y tuvo pendiente rendirle un homenaje. Si del amor de esposa, es obvio cuanto amó Agripina a su marido, y él a ella. Si de los designios de los dioses, pues al fin y al cabo, el hijo de Germánico y de Agripina, fue emperador.
Si de mujeres valientes, tal vez los finales felices no sean los más recordados o valorados en la historia.
De alguna manera todo este drama romano nos lleva a pensar hasta que punto vale la pena una vida simple y resignada o una vida algo compleja pero marcada por el coraje y el valor siendo mujer en una época de hombres, una historia antigua y a la vez casi tan actual como las historias de ahora.
Muy educativo..menparece genial
Hola Karina
Soy tu colega, soy de la Gloriosa Promoción 90 déjame felicitarte por tu columna de Periodista te leo cada vez q puedo y este artículo me pareció muy ad doc a la fecha, creo que cada una de nosotras llevamos una Agripina dentro.
Un abrazo.
Muy interesante reseña historica y si ser diferente o marcar una diferencia en tiempos antiguos o actuales trae detractores y simpatizantes al mismo tiempo solo un ser con recia personalidad soporta esto.
Gracias Sandra por tan acertado comentario, K.