Cada vez que te amo me sucede.
Es como si me transportara al infinito desde una irrealidad que se mueve y me conmueve.
Son instantes donde solo veo tu mirada.
Es el momento de tu entrega en la que me miras como en ningún momento soy mirado.
Una ilusión de posesión donde creo ser tu dueño.
Son tus ojos que me dicen tantas cosas sin palabras.
Es tu callada manera de decirme que me quieres.
Un como si me hablaras de otra forma para ofrendarme tu incondicional regalo.
Lo que me das cuando te das; solo deviene de la pasión que tu propicias.
En el destiempo que me obligas a vivir, la contemplación del infinito se torna insuficiente.
Solo quedan los mirares emanados del grito silencioso de un eco sorprendentemente enmudecido.
Te he extrañado solo dos veces en mi vida …
Una en cada mañana y otra en cada tarde de todos los días de mi vida.