Las ya conocidas experiencias que el gran neuropsicólogo vienés Viktor Frankl relata en una de sus más recordadas obras “El hombre en busca de sentido” supuso un avance extraordinario en la comprensión de la capacidad que tiene el cerebro para crear -literalmente- razones a nuestras experiencias y por tanto ser capaces de sobrevivir aún sobre la perversa acción nazi en los campos de concentración. No está demás decir que la obra de Frankl fue considerada en alguna ocasión por el Congreso de los Estados Unidos como uno de los diez libros que más han influido en la historia de la humanidad. La capacidad de la mente para crear sentido a la existencia y sobrevivir.
En el año 1996 se anunció al mundo el descubrimiento de las “neuronas espejo”. Las neurociencias avanzan tan rápido que el neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti había dado con la clave de un verdadero sistema de conexiones intrincadas en la corteza cerebral y en el sistema límbico que hubo una verdadera revolución científica en esta área, no en vano está destinada a ser la “Epistemología de la Ciencia” -menciono por supuesto a las Neurociencias-.
Años después el libro “los patitos feos” de Boris Cyrulnik aparece en el mercado editorial mostrándonos de manera maravillosa lo que significa la “resiliencia” desde la pluma de un estudioso de la medicina, psiquiatra francés y sobreviviente del holocausto. Así se ha ido dando una profunda investigación acerca de la conducta humana desde la óptica de la neurobiología tal cual lo predijo en su libro icónico -Neurociencias y conducta- el premio Nobel de Fisiología o Medicina del año 2000, el mítico Eric Kandel… “quizás la última frontera de la ciencia -su desafío final- sea entender las bases biológicas de la conciencia y de los procesos mentales por los que percibimos, actuamos, aprendemos y recordamos”.
En el contexto educativo conviene también referirnos a los profundos estudios del español Joaquín Fuster, célebre en su cátedra de la Universidad de California, quien no duda en expresar que todo lo que llamamos aprendizaje, memoria, conocimiento está referido a los acercamientos sinápticos de las neuronas de la corteza cerebral, sobre todo la prefrontal, sede además de la ejecutividad y de la emocionalidad propiamente dicha de la mente -véase en youtube las geniales entrevistas entre Punset y Fuster-. Esta revolución neurocognitiva y neurobiológica cada vez recibe aportes del famoso proyecto BRAIN, el cual con recursos económicos enormes -la mayor parte del gobierno de los Estados Unidos-, intenta darnos conocimientos cada vez más profundos del funcionamiento cerebral en lo que hemos dado por llamar “mente”. El interesante libro del desaparecido divulgador científico español Edoard Punset nos ofrece un título sugestivo… “El alma está en el cerebro”
Las Neurociencias no son desde ningún punto de vista una metodología pedagógica y peor aún una panacea científica moderna, sin embargo, lo que nos muestra en los últimos años obliga a la necesaria reflexión en diversos campos del quehacer científico, sobre todo en el ámbito educativo, pues lo que nos dicen los resultados mostrados por el mismísimo Ministerio de Educación del Ecuador es que seguimos de muchas maneras propendiendo a la repetición, a la memoria, a la “caja negra” o al “aprendizaje bancario” del que tan inteligentemente habla y escribe Paulo Freire.
Un aporte indiscutible debería ser el tema de los sentimientos y de las emociones que inquieta tanto al Premio Príncipe de Asturias 2005, el portugués Antonio Damasio, quien a través de su obra neurobiológica nos ofrece avances muy interesantes sobre este campo tan poco estudiado hasta ahora por las ciencias. En su libro -Buscando a Spinoza-, expresa que “los sentimientos pueden ser, y con frecuencia son, revelaciones del estado de la vida en el seno del organismo entero…”, en tanto relacionar homeostasis o equilibrio con el bienestar tanto físico como mental y espiritual -muy cercano a la felicidad- es de prioritario interés hoy más que nunca cuando hablamos de conducta humana.
Como vemos vivimos un mundo en el cual no podemos desligarnos de los avances científicos y de sus relaciones con la cotidianidad de la conducta humana para expresarnos, para educarnos, para investigar, para convivir con nuestros semejantes, para crecer en armonía, para mejorar nuestra calidad de vida… liderazgo es eso y es mucho más… lo ético es entonces tomar la decisión de prepararse y de tener como derrotero de vida la investigación que impulse en lo personal y en la capacidad de servir a mis semejantes… ¿le parece?