Durante mucho tiempo los sufragios se dividieron entre el asistencialismo de la izquierda (social) y el materialismo de la derecha (mercado). Esa brecha filosófica, mismo sin política e intereses personales de por medio, ciertamente ha perdido trascendencia ante el pragmatismo sobre cuánto gobierno dentro de la economía sería aceptable a cambio de un determinado bienestar de la sociedad y acerca de quién estaría mejor preparado para conducir el Estado. Esto sucede en parte porque los candidatos, multifacéticos líderes de tendencias y proponentes de políticas públicas, han migrado hacia una combinación ideológica que recoge virtudes de ambas visiones y desecha, al menos teóricamente, la oblicuidad de los extremos. Así, para los votantes, la presunta capacidad para producir resultados ha llegado a situarse muy por encima del reconocimiento ideológico. En otras palabras, no importaría tanto el color del gato siempre que sea efectivo cazando ratones.
En lo que realmente concierne al Ecuador, ¿será que las masas reconocen lo que la izquierda o la derecha proponen políticamente y aportan al debate filosófico? Es evidente que al electorado poco le apetece dilucidar sobre esta materia cuando su realidad confluye entre la supervivencia cotidiana y la resignación por un malogrado porvenir que ni la derecha, peor la izquierda, han conseguido cambiar. El argumento resultante es que más allá de alguna deficiencia en las tendencias, lo acontecido en el país es producto de una monumental falla de los individuos.
Muy acertado tu análisis!