21 noviembre, 2024

Caníbales tercos

“Homo homini lupus”, el hombre es el lobo del hombre, es un refrán que describe en forma completa y clara al ser humano. Los pecados capitales, soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, son la causa de la destrucción del mundo.

Son estos pecados capitales, los que hacen que nos comamos entre hermanos. Este mundo, si tan sólo los seres humanos, dejáramos de comernos unos a otros, si pensáramos sólo un minuto en los hermanos menos favorecidos, si dejáramos esa competencia por tener cada día más y más, si nos diéramos la mano como amigos en vez de tratar de clavarnos con odio el puñal, o de herirnos, incluso entre hermanos y parejas, el mundo en que vivimos, sería el edén, que la Biblia cuenta que Dios creó para el hombre.

¿Qué es lo que impide que ese sueño se convierta en realidad? ¡La desconfianza! Estamos tan acostumbrados a obrar mal, que no cabe en nuestras mentes el perdón y el olvido. Los más malignos buscan separar y dividir en bandos a los seres humanos, para de esta forma reinar.

¿Hay escasez en el mundo? ¡Mentira! ¡Hay desperdicio, maldad y egoísmo! ¡Este planeta es tan maravilloso que aquí, incluso lo que botamos crece! Sólo el egoísmo absurdo y criminal de los insaciables, es lo que busca destruir lo que tenemos. ¡Hay incluso individuos que prefieren no tener, pero que los otros tampoco tengan!

Pretendemos decir que ya no hay espacio en la tierra y matar a nuestros propios hijos en el vientre de sus madres, que unirnos para hacer que nuestro esfuerzo común ayude a librar del hambre de nuestros hermanos.

Podemos gastar todo lo que tenemos para defendernos unos de otros, en vez de usar esos recursos para defendernos de los cambios que nosotros mismos ocasionamos al medio ambiente.

Si tan sólo el ser humano pensara y colaborara, este mundo no necesitaría de nada para poder albergarnos y que recuperemos el edén que nuestro Padre Dios, que es uno sólo para todos, nos dejó como herencia. En vez de pelearnos unos contra otros, unamos nuestros esfuerzos para salvar nuestro planeta y convertirlo en nuestra casa común y que la hermandad de toda nuestra gente nos permita vivir en paz y con bienestar para todo el mundo.

Es la ambición del ser humano, lo que hace que el hombre destruya el mundo. Todos quieren sacar, extraer, pero no reponer. Se talan bosques, se producen desiertos, lo importante es tener, y lo peor de todo es que somos tan imbéciles que no nos damos cuenta que lo que guardamos son simples papeles que no tienen ningún valor, porque ninguna moneda en el mundo tiene respaldo, y ¡destruir un bosque que tenemos, para convertirlo en papel moneda es destruir la naturaleza para acumular basura!
¡Aparentemente el hombre ha perdido la capacidad de pensar, o al menos, de razonar!, y prefiere un buen pleito, para perder ambos, que una buena transacción.

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Por: Gloria Arteaga Calderón

Si mi caída con la enfermedad fue dura, tengo que decirlo, ¡el levantarme me costó mucho más! Y el empezar a darle cara a la vida, a esta vida que me había aferrado con toda la fuerza, luchando cada vez más para tratar de recuperarme de los efectos del cáncer.

Toda esta fortaleza que empezaba a sentir, la verdad no recordaba de donde provenía, pero siempre tenemos algo en nuestro interior que nos habla y nos dice cosas, unos lo llaman intuición yo lo llamo Dios. Cuando lo buscamos él está siempre dentro de nosotros.

Cuando todo esto pensaba se vinieron los recuerdos cual caballos desbocados y se llenó mi mente de una claridad asombrosa, recordé que durante muchos años me dediqué al estudio de la metafísica aplicada. Ésta me enseñó a reconocer mi interior y encontrar la paz y la tranquilidad, pero por sobre todas las cosas encontré a mi Cristo interior.

Esto me hacía sentir que mi espíritu lo podía elevar más alto que las montañas, y podía sentir la presencia de esa energía universal que me llenaba de amor y felicidad.

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