Ha triunfado la aspiración suprema del pueblo: la democracia. Es obligación de todos fortalecerla. Tenemos que reconstruir nuestra patria para forjar un nuevo estado. Un Ecuador de sueños, de luchas y esperanzas, de sacrificios y glorias, para legarles a nuestros hijos un futuro de realizaciones y prosperidad. Objetivos posibles con el coraje y la fe de todos.
Nuestro recién posesionado presidente desde ahora es quien, con la visión propia de un estadista, debe guiar a nuestro pueblo dentro de preceptos de honestidad y dignidad. Entonces, sin demoras debe cumplir aquellas promesas que constituyeron la simiente del triunfo para hacer realidad los sueños del pueblo y los propios suyos.
Sueñe con forjar al nuevo ecuatoriano como un ciudadano dechado de civismo, moralidad, cultura y creatividad a través de una reforma integral a los planes de estudios: escolar, secundario y universitario que privilegien la enseñanza y el cultivo de los principios y valores humanos, así como las ciencias que aplican fundamentalmente los avances tecnológicos, rectores del mundo moderno y futuro.
Sueñe con desechar y lanzar al basurero de la historia esa perversa Constitución de Montecristi, que ni siquiera tiene alma ecuatoriana, fue redactada por afiebrados “comunistoides” españoles alquilados por quien hoy cobardemente se refugia en un ático. Nueva constitución que contemple: el equilibrio de los poderes políticos; el respeto a los derechos inmanentes al ciudadano y a la sociedad en su conjunto, así como el de hacer política únicamente a través de reducido número de partidos políticos y no a través del inmenso y prostituido número de partidos y movimientos (263) que mancillan los fines superiores de la política. Si no es posible una nueva y superior constitución bien podría ser la de 1998, aprobada mediante plebiscito.
Sueñe con una Suprema Corte de Justicia que además de judicial sea de orden constitucional, estructurada con normas legales y sabias en el propósito de que sus integrantes sean los juristas más probos e inteligentes del país, y que ella misma a través de una de sus salas sea su propio órgano rector y de designación.
Sueñe con un impulso edificante a la administración de justicia, con solvencia moral en recursos humanos y económicos para que sin desmayos y en el menor tiempo ella instaure los procesos necesarios e idóneos para enjuiciar a todos los componentes de esa gavilla que impunemente se robó el erario nacional y las esperanzas del pueblo, y, una vez sentenciados, sean exhibidos en todo sitio público para que plenamente la sociedad los identifique y jamás vuelvan a engañarla y perjudicarla. Lo robado debe recuperarse, por salud moral, para con ello reactivar la economía del país.
Sueñe con una lucha tenaz para erradicar el narcotráfico, sumando esfuerzos con todos los estados afectados, cuyas sociedades, principalmente la juventud, son diezmadas por ese atroz y perverso negocio.
Señor Presidente, logre esos sueños y habrá cumplido con la patria. Ella lo premiará, pero sobre todo el juicio de la historia lo ubicará en el sitial que corresponda a los estadistas visionarios y respetuosos de la democracia y dignidad humana.
La plegaria justa de un ciudadano, donde queda claro los asuntos y el orden de los problemas nacionales a resolver. Escritos de manera puntual, sin perder la caballerosa sutileza de como dirigirse hacia su nuevo presidente.