Ante la cantidad de irregularidades, por decir lo menos, de las autoridades de turno, se ha desatado una cacería de brujas, con acusaciones contra Raymundo y todo el mundo, donde se presume la culpabilidad, aún desde antes de saber si hay o no dolo.
Esto es comprensible, luego de la década y media de asaltos a las arcas fiscales, sobornos y cualquier cantidad de pillerías, inimaginables, que ha tenido que soportar nuestro país y el ejemplo vivido en la alcaldía de Quito.
Pero no podemos dedicarnos a culpar a diestra y siniestra a todas las autoridades. Estoy seguro que hay gente honrada entre las autoridades.
Guayaquil, bastión de León Febres Cordero, limpió la alcaldía de Guayaquil, de pipones y rateros que se habían adueñado de la Ciudad. Las tropas de la primera ola de corrupción (la Bucaramista), saquearon la ciudad, tal como la segunda ola (la correísta), saqueó el país en esta década y media. Ojalá se permita que Guillermo Lasso pueda repetir, a nivel país, lo que logró Febres Cordero en Guayaquil.
León no pudo realizarlo a nivel país, cuando fue presidente, porque pasamos por muchas crisis económicas, con el petróleo a cinco dólares el barril y una moneda (el sucre), en plena devaluación.
Pero volviendo al tema, está mal denigrar contra las autoridades de la ciudad, sin tener aún pruebas. No defiendo a nadie, sino a mi ciudad. “Suéltala, pa’ que se defienda” dice la popular canción. Los problemas de pérdida de la cabeza de la alcaldesa, es un problema personal de ella, aunque nos de mucha pena. Si en la fiscalización se encuentra algo, ¡atáquenla!, pero no la acusen sin tener pruebas. A Dios gracias, hasta ahora, la actuación de León y Jaime, han sido ejemplo para el país.
¡Debemos rescatar la honestidad! Todos podemos y debemos ser honrados. El servicio público es una honra, para el hombre honrado, y es la tumba de la denigración para el que no merece ser llamado ser humano.