No hay nada más repulsivo que la persona que inventa falsedades, buscando dañar la honra o el buen nombre de otra.
Con razón en las bodas religiosas, el sacerdote pregunta si alguien cree que la boda no debería realizarse, que hable ahora, o calle para siempre.
La intención de dañar la honra de otra persona, es un acto ruin, propio de las personas amargadas, envidiosas, prepotentes y rastreras.
Por eso, es muy importante cuidarse de no reenviar mensajes, a menos que se tenga la seguridad de la noticia, o que, al menos, se encuentre circulando por un medio de prensa confiable, que no sea parte de los dimes y diretes.
Mucho se ha hablado de algunas personas que han sido elegidas ocupar algunos ministerios u otros cargos en el Gobierno que se iniciará el 24 de mayo. Oficiales de Infantería de Marina (talibanes), por ejemplo, tratando de denigrar al recién nombrado Ministro de Defensa, acusándolo de falsedades. O amargados hablando de otros nombramientos, porque ellos no fueron escogidos. Entonces se comenzó casi de inmediato con las críticas a Fulano y a Mengano, levantando infundíos. Es normal, que la persona que me cae simpática a mí, le pueda caer gorda a otros. Todos tenemos nuestros gustos y aversiones. Esa es justamente la principal característica del ser humano. Lo que verdaderamente importa es que, si expresamos nuestra opinión, ésta sea basada en la realidad y no en mentiras o infundios
El hermoso poema “La calumnia”, de Rubén Darío, va muy bien para limpiar el nombre de la gente íntegra, a la que se quiere acusar, ensuciando su nombre con falsedades y mentiras. El poema dice:
“Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de ese modo,
su fulgor oscurecer;
pero, aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor, que lo hace bueno,
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante,
por más que lo manche el cieno. “