Hipócrates, el padre de la medicina, enunció que las fuerzas naturales que se encuentran dentro de nosotros, son las que verdaderamente curan nuestras enfermedades. Sin embargo, una cosa es curar y otra es sanar.
Aunque seguramente Hipócrates se refería, en ese entonces, a la curación completa del ser, abarcando en su enunciado tanto a la curación como a la sanación.
Según la Real Academia Española (RAE), sanar es la curación que se da por medio de prácticas esotéricas o de terapias alternativas. Siendo la sanación la acción y efecto de sanar, obviamente es algo que va más allá de curar un síntoma o una enfermedad.
La sanación abarca por completo al ser, buscando las raíces del mal que afecta la salud en su profundidad, para solucionarlo y lograr la armonía y la recuperación del equilibrio emocional, físico y mental.
Antes, en la época de Hipócrates, el médico no solo curaba síntomas, era también un sanador. Se empeñaba en investigar a su paciente con acuciosidad, realizando la debida anamnesis, o recuento del historial de su salud. Por una parte, no existía la tecnología actual y por tanto no se podía echar mano, descontroladamente, de los exámenes complementarios. Pero, por otro lado, el médico dedicaba el tiempo necesario para el estudio de cada caso, hasta encontrar la mejor solución y no se apresuraba a prescribir medicamentos.
Realizaba una investigación exhaustiva de las enfermedades tanto personales como familiares del paciente; aquella información familiar y del entorno que también tiene importancia para determinar el por qué y el para qué se presenta tal o cual síntoma.
Lamentablemente, el médico de hoy, talvez por la prisa con que va el mundo, podría estar olvidándose de esos detalles y se focaliza solo en el síntoma, no recurre a la anamnesis, sino a un sin fin de exámenes complementarios, los que más pueda, para a través de ellos dar con el diagnóstico. Estoy hablando de manera general, porque siempre existen las honrosas excepciones.
Se incurre así, en una doble falta: no solo se descuidan los antecedentes personales y familiares que podrían aportar con valiosa información, sino que además, se hace gastar al paciente una cantidad de dinero que, con un examen minucioso, se puede evitar.
Haciendo el examen físico correspondiente y valorando todos los puntos antes mencionados, los exámenes complementarios para el diagnóstico, deberían ser mínimos, es decir, los necesarios para conocer ciertos parámetros específicos que corroboren lo que presuntivamente, el médico ya debe saber o al menos sospechar con claridad.
De este punto me apoyo para decir que se puede sanar y no solo a través de prácticas esotéricas o terapias alternativas, sino usando la medicina tradicional, si volvemos a humanizarla dándole al paciente el tratamiento que merece, tanto por la confianza que deposita en el médico al que acude como por el gasto de dinero que cada consulta significa para él.
La medicina en la actualidad se ha vuelto parte casi indisoluble del engranaje de la industria farmacéutica, volviéndose el médico en un prescriptor de medicinas, lo que a mi manera de ver las cosas, denigra su condición profesional. Es lamentable escuchar a pacientes que se quejan de médicos que les cobran cantidades desproporcionadas de dinero por una consulta “on line” en la que ni siquiera los ve el médico al que acuden, si no que son atendidos por los ayudantes o médicos colaboradores; siendo la tal consulta “on line” de unos veinte minutos o media hora de duración, como mucho. Para luego recibir un listado de exámenes y otro de medicamentos, sin dar la explicación a cada cosa, como el paciente lo merece. Eso es comercio, no medicina, y nada tiene que ver con ayudar al paciente a recuperar su estado de salud, es decir, a sanar.
Ni que decir, del otro aspecto, cuando la única solución que ven algunos médicos para todas las cosas es: operar. La cirugía es un recurso valioso en medicina y salva a mucha gente de complicaciones y hasta de la muerte, pero no se puede abusar de la misma. Toda cirugía tiene riesgos, y mientras menos usemos este recurso, mejor. Hay que utilizarlo cuando el caso lo amerita o en situaciones en las que la cirugía es indispensable.
Es cierto que la carrera de medicina es costosa y sacrificada. Fue, es y será así durante toda la vida del médico. Eso lo sé por experiencia propia, pero, también es cierto que, el médico no es un comerciante, es un sanador, que no solo debe curar enfermedades, debe enfocarse en sanar a las personas. Darle a cada paciente el tiempo necesario para abordar la situación de manera completa y exhaustiva.
El médico debe usar los exámenes complementarios, las medicinas y la cirugía como un recurso válido, pero sobre todo con su calidad humana y sus conocimientos, que siempre tienen que ser actualizados, va a aportar mucho en la manera de hacer sentir al paciente, eso influirá en la disposición del mismo para recuperarse y sanar.
El devolver el estado de salud a una persona, no es solo cuestión de prácticas de medicina alternativa, chamanes o prácticas esotéricas, se requiere conocimiento, actualización y entrega. La devoción en el ejercicio de esta noble tarea de sanar a otros, es vital.
La curación emplea métodos científicos para resolver la enfermedad, pero la sanación también y lo hace de manera integral.
Recordemos a Paracelso, el padre de la medicina moderna y de la toxicología, quien curaba sobre todo con plantas, conocía perfectamente sobre el poder curativo de las mismas. Es célebre por la frase: «dosis sola facit venenum», “la dosis hace al veneno”. Él decía que la misma esencia podía ser usada como medicina o como veneno, todo depende de la dosis. Es por eso que al paciente también le toca su parte: no automedicarse ni hacerse el sabio en los temas de salud, para eso están los doctores que han estudiado medicina y saben como, cuando, para qué y por qué, hay que usar los medicamentos.
A Paracelso, quien era un alquimista, lo tildaron de mago, sin embargo, aportó a la medicina con descubrimientos científicos. Algunos médicos piensan que la medicina popular es un fraude, pero si vamos a lo profundo, la medicina comercial, tal como se la maneja ahora, también lo sería. Obviamente esta afirmación es generalizada, y como en todo, siempre hay loables excepciones.
Hay terapias alternativas que tienen su lugar en la curación y en la sanación del paciente, sea por sus bases físicas, químicas o por el simple efecto que causan en el paciente. La meditación, el budismo, el yoga y las mismas prácticas religiosas como orar e ir a misa, son muy válidas para sanar, si se las emplea con sinceridad y confianza. Recordemos que los grandes males del hombre no llegan desde afuera, siempre hay algo intrínseco que inicia el desequilibrio y es el medio de cultivo a donde comienza la enfermedad: el egoísmo, la codicia y la cobardía, generan grandes males, y son, lamentablemente, el leitmotiv en la vida de muchas personas, consciente o inconscientemente.
Estamos acostumbrados a pensar que todo mal es ajeno o externo a nuestro estado mental y emocional, pues no es así. Todo lo que vivimos y no lo asimilamos de manera adecuada, lo reprimimos, no lo manifestamos, afecta al curso de nuestras vidas, a nuestro cuerpo y a nuestro organismo, por eso debemos enfocarnos en vivir de la mejor manera posible, reforzando cualidades como la valentía, la sabiduría y la compasión.
Lo que fortalece nuestras emociones, forja nuestro carácter y nos hace mejores personas, aporta en gran medida al equilibrio y a la salud.
Toda enfermedad tiene su raíz en las emociones mal encausadas, inclusive aquellas que parecen accidentales.
Uno de los principios de Paracelso fue: «Únicamente un hombre virtuoso puede ser buen médico». Esta máxima se aplica para todo. Solo un hombre (o mujer) virtuoso puede gozar de buena salud.
Si nos damos cuenta, aceptamos y superamos nuestros “defectos” y aprendemos a responsabilizarnos de nuestras acciones y sus consecuencias, mejorando lo bueno y esforzándonos por no hacernos ni hacer daño a los demás, hallaremos por nosotros mismos la cura a muchos de los males que nos aquejan.
Dra. Arteaga:
Saludos y agradezco su escrito por enfocar la sanación como el deber ético que tiene todo profesional de salud. En su escrito, usted pone el dedo en la herida moral de los medicos. En este estado de pandemia muchos medicos, gracias a Dios no todos, se han vuelto mercaderes y promocionadores de las medicinas mas caras que Industrias farmaceuticas producen
Padecí de Covid- 19 y luché contra él, pero también por la poca humanidad de gran parte del grupo médico y enfermeras que me asistiron
La razon de mi enfado fue constatar el poco o ningún conocimiento del paciente como su personalidad, sus crencias, sus estados de ánimo etc.. de ahí que es necesario actualizar los pensum académicos de las facultades de Medicina
Hasta el dia de hoy después de cas 60 años recuerdo la gran personalidad del primer medico que tuve en mi infancia. Su sonrisa su profunda mirada cuando me auscultaba, cuando mirando a mi madre le explicaba con una voz pausada cómo debia aplicar las medicinas que él mandaba y su gran corazón cuando sacaba una mrdicina gratuita y la entregaba indicando que a mí me serviría mas que a él. Eran las medicinas promocionadas por las farmacéuticas.
Gracias por su escrito.