En la radio, oí un comentario sobre la pérdida de los dos partidos de la selección de fútbol, que me preocupó mucho.
No tiene que ver con el juego, sino con el comportamiento humano. Las actitudes prepotentes, las amenazas, los insultos, los desplantes, el abuso, características “humanas”, salvajes del ser humano, que parece que están siendo mucho más importantes que la habilidad, la inteligencia, y las características humanas de los jugadores, puesto que creando pánico, insultando, amenazando, se logra poner a un lado a muchachos jóvenes que quisieran entrar a jugar en las selecciones o en los equipos.
Es completamente normal, el espíritu competitivo y el deseo de salir electo para jugar en un equipo, o para integrar la selección, pero de allí, a pasar a amenazar o a golpear, o buscar hacer daño al otro, estamos pasando del deporte a la delincuencia. Esos malos elementos, por más hábiles que sean, deben desaparecer del ámbito deportivo. Recuerdo la actitud completamente antideportiva de una patinadora de hielo americana, que a Dios gracias fue sancionada en su debido tiempo. El deporte es una actividad de compañerismo, de amistad y por ninguna causa, la competitividad puede llevar a agredir a los otros, sean amigos o enemigos, ni siquiera a amenazar. Sólo uno que compite, pero que no es deportista, puede actuar en esa forma.
El deporte es noble, la competencia es sagrada, quien busca ganar por medios no deportivos (ya sea amenazas, daños al contrincante, pagos o cualquier otra forma desleal, no merece ni siquiera ser considerado un ser humano. ¡Cualquier bestia, es más humana que él! Lo mismo debe decirse de algunos dirigentes deportivos que, con tal de ganar, no tienen empacho en comprar árbitros o jugadores contrarios. Tanto el que compra, como el que vende, son personas asquerosas, que de lo que menos tienen es de deportistas. Pueden ser fanáticos (personas incapaces de razonar), pero deportistas, ¡NO!