Son más de 62 años, exactamente 750 meses, los que han transcurrido desde aquella madrugada del primero de enero de 1959, en la que Fulgencio Batista decidió huir a República Dominicana, en busca de refugio donde su colega Rafael Trujillo, dictador de ese país. El triunfo de los barbudos de Sierra Maestra, era inminente e inevitable, después de la toma de Santa Clara.
Había dominado y gobernado con crueldad, durante tres décadas, desde 1933 cuando ocurrió la Revuelta de Los Sargentos. La última vez, lo hizo ininterrumpidamente, desde su golpe de estado de marzo 1952, cuando sabiéndose perdedor en los próximos comicios, prefirió no arriesgar y anuló la realización de elecciones.
Fugaba de manera apresurada, caso contrario, hubiera sido uno de los primeros fusilados, en el inicio de la Revolución, dado sus innumerables crímenes, sus abusos y por nunca haber cumplido con la promesa de libertad y democracia, que por tantos años anhelaron, lucharon y soñaron los cubanos, desde el siglo anterior.
Cuba pasó de una dominación a otra. Los españoles, los americanos, finalmente las dictaduras locales, incluyendo las de los hermanos Castro, que dura hasta nuestros días. Siempre el pueblo cubano ha tenido que someterse y vivir en una mezcla de desesperanza y frustración, creyendo que por algún designio divino, no tiene otra opción.
Es una infausta historia de opresión, violencia y tiranía. Siempre subyugados a los caprichos de sus gobernantes que abusaron de la paciencia y buena fe del pueblo cubano. En el siglo XX sufrieron una sucesión de gobiernos tiránicos y corruptos, todos financiados por los placeres de los turistas, que hicieron de la isla un verdadero centro de diversion. Aún hoy, a pesar de la notoria ausencia de los célebres casinos.
Por cuatro siglos, estuvieron dominados por la monarquía española, que les impuso no solo la voluntad de la Corona, sino también la de las oligarquías y clases dominantes de la isla, cada vez con mayor injerencia de capitales norteamericanos. Los nativos de la isla, los hijos de esclavos traídos de África, debieron sufrir la peor parte, durante siglos de opresión.
La Revolución, a pesar de sus proclamas y promesas, nunca cumplió, jamás fue capaz de lograr empleo ni vida digna para la mayoría de sus habitantes. Hoy existe hambre generalizada y grave frustración; y el gobierno no puede disimular más su fracaso. La excusa del bloqueo norteamericano dejó de ser una explicación válida. Tampoco existe la generosidad de la ex Unión Soviética ni el petróleo gratis de Venezuela. El turismo dejó de llegar por la pandemia y de las remesas de los exiliados que viven en el extranjero, queda muy poco; el gobierno de Cuba se niega a recibirlas.
Los verdaderos héroes de la Revolución cubana, los mártires, entre ellos Humberto Matos y Camilo Cienfuegos, aquellos que nunca traicionaron los verdaderos ideales de su lucha, deben estar muy complacidos del resurgir del pueblo cubano, de una nueva lucha que recién empieza y que todos en el mundo entero, aplaudimos y apoyamos. Esta vez el clamor es tan grande, que nadie lo podrá callar ni ocultar. Los tiranos deberán huir otra vez, desordenadamente, igual que lo hizo Batista décadas atrás.