El fanatismo lleva incluso a la mala interpretación de los términos. De acuerdo con la RAE, homofobia es: Aversión hacia la homosexualidad o a las personas homosexuales. Punto. Nada más.
Asusta pues, leer un encabezado de diario, que dice: “Hungría en la mira del resto de Europa, por norma que es considerada homofóbica. La polémica ley, prohíbe hablar sobre la homosexualidad a menores de 18 años en todos los ámbitos. Algo que para muchos atenta contra derechos y libertades básicas en esa nación”
Víctor Orban, primer ministro de Hungría sostiene (y con toda la razón), la prohibición de hablar sobre la homosexualidad a menores de 18 años, en todos los ámbitos.
Víctor se defiende indicando que la ley no es contra los homosexuales, sino que es protección infantil, en el marco de una supuesta lucha contra la pedofilia.
Líderes de 17 de los 27 países que conforman la Unión Europea, han rechazado la medida, incluso argumentan que “va contra todos los valores fundamentales de la Unión Europea”.
El Euro parlamento también se ha expresado, y amenaza con demandar a la comisión, si no toma cartas en el asunto, ya que no es la primera vez que Hungría toma acciones legales que son vistas como un retroceso de los derechos.
El primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel, abiertamente gay, también se descargó contra la nueva ley y advirtió que “ser gay no es una elección, pero ser intolerante, si lo es”.
Al parecer, de acuerdo con la Unión Europea, ya la homosexualidad es la forma normal de vida y los heterosexuales somos unos bichos raros y anormales. Yo comprendo que unas personas puedan tener gustos arrevesados y prefieran enamorarse de alguien de su mismo sexo, pero llegar a creer que eso ocurre con la mayoría de las personas, escapa a mi imaginación.
Respeto como el que más, la decisión de cada persona, lo mismo que sus gustos, pero lo menos que puedo exigir, es que se respeten en igual forma, mis gustos y decisiones.
En el caso de la ley de Hungría, estoy completamente de acuerdo con la ley del primer ministro de Hungría. Un ser humano que aún no alcanza su madurez es altamente influenciable. Es más, al inicio de la pubertad, un adolescente (masculino o femenino), puede pasar por periodos cortos de homosexualidad, sin que ello indique que tenga “desviaciones” homosexuales, son periodos NORMALES en su fase de búsqueda de su identidad sexual.
Si algún “pervertido” sexual aprovecha ese período, para dirigir a la persona hacia la homosexualidad, en los jóvenes más débiles, puede influir y voltear ese deseo. Sin embargo, más tarde, cuando vuelve el deseo natural, puede provocar un conflicto emocional, que puede llevar incluso al suicidio.
Las «mayorias» discriminan y rechazan a las minorías y casi siempre las condenan.
Ese es un «defecto» del sistema democrático que permite por ejemplo que una mayoría engañada vote por un político que los arruine.