Los tributos se establecen para que el Estado financie los servicios que debe prestar a la colectividad, con miras al bien común. Esta es ley universal permanente, no importa el sistema de gobierno que rija a un país.
La creación de impuestos y tasas tiene su basamento en la justicia, pero su abuso puede generar malestar, del que principalmente se beneficia la maquinaria burocrática, en perjuicio de los que menos tienen.
Esto ocurre también cuando el Estado cree gravar a los estratos sociales más pudientes planteando la tesis de que «el que más gana más paga”. Porque en realidad aquellos no lo sacan de su utilidad, sino que lo trasladan al costo de los productos que venden. En consecuencia, mientras más imposiciones se creen aumentan la inflación y como siempre, es el menos rico el afectado.
Que quede claro: en la mentalidad del productor, el impuesto es un costo, aunque en los presupuestos y declaraciones no se lo presente así.
Esta conducta, esta mecánica o modo de ser y pensar, no puede cambiar con discursos y menos con coacciones o controles legales. La naturaleza humana actúa así. Es una constante suya.
Es falso y demagógico hacer creer que cuando se decretan tributos sujetos a escala, va a pagar más el que más tiene. Así sucede con el costo de la energía eléctrica, el agua potable, los impuestos prediales, la matriculación de vehículos, el impuesto a la renta, etc.; no afectarán a los adinerados, porque, en última instancia, ellos gravarán los servicios que prestan. De cualquier forma que se lo presente, lo pagará el pueblo.
Esta actitud no sólo proviene del egoísmo personal o la descristianización de la sociedad, sino que se promueve desde las altas esferas del Gobierno. Es que todos sabemos y sentimos que los impuestos se destinan principalmente a prebendas de la burocracia, no a prestaciones y servicios de la comunidad, fin verdadero del Estado.
Para cambiar esta mentalidad, deben los gobernantes dejar trabajar a las empresas que generan empleos, prosperidad y divisas; eliminar los controles inútiles y ellos demostrar con trabajo y eficiencia, que su finalidad es de servicio y no la búsqueda de privilegios personales y ventajas partidistas.