Hace pocos días el presidente Lasso firmó el Decreto 145 en el que se reforman algunos artículos del Reglamento General a la Ley Orgánica de Educación Intercultural. Algunos de ellos muy necesarios para ir haciendo pequeños cambios en contrarrestar la híper regulación en el sector educativo por parte del Estado.
Es que resulta sumamente complicado por parte de los directivos de los centros educativos cumplir tantas normativas, respecto a textos, bares escolares, alimentación, uniformes, transporte escolar, útiles escolares, horarios, recursos tecnológicos y un largo etcétera; las cuales, poco a poco, los alejaba de la verdadera razón de ser: la educación de calidad de niños y jóvenes. Y, por consiguiente, distorsionaba la misión del Ministerio de Educación que, no es regular el mercado escolar, que no es regular el transporte, que no es regular horarios, si no más bien asegurar el derecho a la educación de los niños, jóvenes y adultos.
Pero, al mismo tiempo el mencionado decreto me deja la impresión que existe, además de evidenciar la tendencia a dejar que la libertad y flexibilidad funcione, la decisión de mermar el presupuesto que, por ley, le corresponde a la educación ecuatoriana. En efecto, según la UNESCO, se puede tristemente apreciar cómo los países en desarrollo están recortando sus presupuestos de educación a causa de la pandemia COVID-19, muchos de ellos de manera desproporcionada, afectando aún más la precariedad presente y futura de las poblaciones estudiantiles más vulnerables.
No se trata entonces que se ofrezcan mayores libertades para que el sector público o privado pueda ofrecer el servicio educativo sin tantas trabas burocráticas, sino más bien en distribuir los recortes presupuestarios de manera justa, proporcional e incluso haciendo un esfuerzo adicional, ahora que estamos a las puertas de volver a la presencialidad de la enseñanza y recuperar las pérdidas de los aprendizajes generados por la pandemia de estos últimos dos años.
Quizá sea un atrevimiento de mi parte, pero es precisamente ahora, cuando se debe dar un paso más -ya se han dado pasos significativos en salud-: hay que invertir más en educación y aprovechar la crisis económica-educativa-social para construir sistemas más eficaces, equitativos y resilientes. De no hacerlo, las consecuencias del COVID-19 agravará, todavía más, la crisis histórica de financiación de la educación, especialmente la educación pública.
Quizá sea alarmista, pero al recortar el presupuesto en educación pudiera darse la disyuntiva de “privatizar” la educación pública, dando prioridad a la ganancia, la disminución del servicio por “poca rentabilidad”, el gerencialismo, la cultura individualista y los incentivos del mercado.
Así que, tengamos mucho cuidado en:
- Ampliar la financiación de la educación pública y la concertada con organismos sin fines de lucro que atienden a las poblaciones más vulnerables.
- Controlar que los pocos recursos existentes no se destinen excesivamente al aparato técnico-burocrático, sino que vaya donde se produce el hecho educativo, es decir, al salón de clase.
- Velar para que se ejecuten mecanismos de control y rendición de cuentas sobre los recursos públicos transferidos a ONG o instituciones privadas que tengan que ver con el sector educativo.
- Velar en el sentido contrario también, para que se controlen los recursos que ofrecen los países ricos y organismos multilaterales al sector educativo en nuestro país.
- Utilizar los recursos económicos destinados a la educación con licitaciones y ejecuciones transparentes.
- Asegurar la conectividad para la totalidad de docentes y estudiantes desde la protección de los derechos humanos y la privacidad.
- Promover programas de alfabetización digital como parte del derecho humano a la educación.
Por eso, y muchas razones más -que seguramente usted tendrá-: ¡Mucho cuidado con la Educación!
Muy acertado!
Muy de acuerdo. Sin embargo, me surgen dudas: ¿ Cómo se hace en estos tiempos de pandemia, cuando toda la comunidad prioriza, legítimanente, salud? ¿Cuánto tiempo y dinero le costará a los Estados de nuestras naciones «en vías de desarrollo» recuperar el nivel académico anterior a la.pandemia (ya deficiente), ? ¿Qué político, candidato o sector ideológico pondrá a la Educación primero?…Un país desarrollado invierte/gasta entre el 8% y el 12% de su PIB en Educación; nuestros países creo, no llegan al 4%….Largo camino a recorrer, como el Compostelano; lleno de difíciles decisiones.