“Cada quién, alaba su queso rancio”.
¡La ambición humana es desmedida! Cuando el hombre encuentra un nicho, es como cuando los mineros de antaño encontraban una veta de oro y buscaban explotarla a como dé lugar. Pero hay un punto más grave y álgido.
Todas las guerras son cobardes y desleales. Y muchas veces, en vez de mejorar mis técnicas, preferimos desprestigiar las de mis enemigos para ganar más fácilmente.
Esto es, desgraciadamente, lo que está ocurriendo en el mundo, en la guerra actual. Ya no nos preocupamos de mejorar lo nuestro, sino de desacreditar al otro y como el campo de batalla es nuevo, los runrunes van y vienen, ya nadie sabe que es verdad y que es mentira.
¿Puede la ambición del dinero ser tan grande, como para no importar lo que va a ocurrir con el mundo?
¡Me refiero a la guerra de los laboratorios farmacéuticos! Hay varios que han sacado en diferentes formas, vacunas contra el COVID-19, y ya hay países que no aceptan el ingreso de personas vacunadas con tal o cual vacuna. Empiezan los problemas, que no sabemos cómo terminarán (la OMS, la FDA, y demás entidades de control, se han quedado mudos. ¿Por qué? Porque en realidad sabemos muy poco sobre el coronavirus, sus vacunas y su tratamiento.
La realidad es que nadie sabe en realidad con certeza, los problemas o efectos secundarios que puede provocar ninguna vacuna, y nadie sabe tampoco el grado de efectividad real, de ninguna vacuna. Se sospecha, pero con certeza, no se sabe nada. Es una enfermedad nueva, y para colmo de los males, están apareciendo cada vez más cepas diferentes, mutaciones, que no sabemos si se han producido por las vacunas, por el tiempo, por raza, o por algún otro motivo.
Si un laboratorio hace un pero contra una vacuna, a los pocos días, aparece otro científico hablando de los peros de la otra vacuna. Es el juego del gallo pelón. Mientras más tiempo pasa, más peros aparecen contra más vacunas, y más cepas raras y diferentes aparecen también.
Como nadie sabe en realidad con qué problema estamos tratando, nadie puede decir con certeza a que nos enfrentamos.
Dice un viejo refrán: “paciente curado, cliente perdido”.
Aparentemente, de acuerdo con lo que suena lógico, en Wuhan existe un laboratorio chino que estaba estudiando las infecciones por coronavirus en murciélagos. Estos y otros estudios se estaban haciendo también en otras partes del mundo y entre científicos intercambiaban conocimientos. El siglo pasado hubo una falla con la cepa de viruela en un Instituto europeo, que a Dios gracias se cogió a tiempo. A comienzos de este siglo hubo una falla, con el coronavirus, que dio una infección, que a Dios gracias fue controlada a tiempo. Luego vino otra que también se controló y por último vino la tercera falla, y no se diagnosticó a tiempo. Los primeros casos fueron mal diagnosticados y se quiso justificar como si hubiera sido por una zoonosis, lo que en verdad era ya el inicio de la pandemia, pero ya era muy tarde para cerrar el círculo epidemiológico y comenzó la pandemia. Según algunos, que tratan de minimizar el problema, este no es tan grave. Según otros, los que se gozan en el pánico, que se asustan con todo, esta pandemia acabará con la raza humana.
Creo que ambos están equivocados. Hay que medir las cosas y pensar con la cabeza. Los científicos, necesitan sentarse y hablar, decir todo y buscar soluciones reales y no fantásticas. Ojalá lo hagan, por el bien de la humanidad.
Ojalá haya sindéresis, buena voluntad y sinceridad.
Lo que considero racional, por cómo están las cosas, es obedecer a las autoridades del país y seguir un plan. No importa si es bueno o malo. Es muchísimo mejor que entrar en pánico. Si el Gobierno indica vacunación general, vacunación general es lo mejor.