23 noviembre, 2024

Por un nuevo año escolar 2021-22 lleno de curiosidad, criticidad, creatividad y trascendencia

En la sierra ecuatoriana se está por iniciar el año escolar 2021-22, luego de pasar parte del ciclo académico 2019-20 y la totalidad del 2020-21 bajo el signo de la pandemia. Y a pesar que desde algunos frentes se ha insistido y demostrado la necesidad de restaurar la presencialidad del estudiante y el docente en el acto educativo, todavía no se ha podido conseguir en su totalidad, ya por medidas de prevención sanitaria, ya por falta de vacunación de la población estudiantil, ya por la poca capacidad tecnológica disponible en los centros educativos, ya por la precariedad en las que han quedado las instalaciones educativas particularmente de la educación pública. Con todo esto, nos aprestamos a iniciar un nuevo año escolar y será tarea capital recobrar los aprendizajes perdidos, afianzar lo poco que se ha logrado, pero sobre todo restablecer el vínculo social y afectivo que genera la institución educativa.

Y es que, en medio de tantas horas de video conferencias, mensajes de WhatsApp, correos electrónicos y plataformas de todo tipo, quizá nos hemos olvidado que detrás de los recursos tecnológicos están personas, algunas todavía muy pequeñas, pero todos en definitiva, seres humanos.  Ya para los docentes nos ha quedado claro, el estudiante no es la figura que aparece, ni los mensajes que escribe, ni la estadística de ingreso y manipulación de un entorno virtual de aprendizaje.  Son personas que la sociedad cada vez más tecnificada a veces trata poner en segundo plano.

Por eso, conviene preguntarse ahora que estamos por empezar este nuevo ciclo escolar en qué debemos trabajar más para diferenciarnos de los programas computacionales que siguen un patrón lineal de ensayo y error, de un algoritmo o de respuestas estandarizadas.  Propongo entonces que sin dejar de utilizar la tecnología -que ha llegado a la escuela para quedarse- ahondemos un poco más en cuatro elementos que considero indispensables:

1. La curiosidad

Eduquemos en la curiosidad, en la capacidad de sospechar, en la necesidad humana de hacernos preguntas. Así que, en lugar de andar buscando muchas respuestas correctas, preguntémonos cómo hacer para que nuestros estudiantes hagan preguntas y que sean preguntas de calidad, es decir aquellas preguntas que provoquen las ganas de aprender.  Si tan solo formáramos estudiantes “curiosos” habríamos dado un paso gigante en la renovación educativa, porque lo realmente importante no es saber la respuesta, sino hacer las preguntas correctas.

2. El espíritu crítico

Primo hermano de la curiosidad es el espíritu crítico.  Me encanta ver la experiencia de los estudiantes cuando dudan de cualquier respuesta y tienen valor de corroborarlas por ellos mismos.  Alguna vez, escuché una ejemplarizadora anécdota sobre la manera en que un niño de 10 años interpretó el descubrimiento de América por Cristóbal Colón.  Para el pequeñuelo, Colón no había descubierto América, sino que los nativos lo encontraron perdido a las orillas del mar muy cerca de sus casas.  Cuándo la maestra intentó corregirlo, diciéndole que fue Cristóbal Colón era quien había descubierto América, el pequeño cruzándose de brazos y con notable espíritu crítico, el respondió: “-Y profesora, ¿por qué no fue al revés?”  No cabe duda, necesitamos formar personas críticas que cuestionen las cosas y nos hagan ver los otros lados de la realidad.

3. La creatividad

El siguiente factor es la creatividad.  El curioso mira, el crítico pregunta, pero el creativo da las respuestas.   Lo cual quiere decir que no es suficiente observar curiosamente con espíritu crítico: ¡Hay que proponer alternativas! Y es que la creatividad es un rasgo esencialmente humano, está en nuestros genes y forma parte de nuestra capacidad de generar algo nuevo, algo que tiene vida.  En cierto sentido nos hace tomar conciencia, para los creyentes, que somos criaturas a imagen y semejanza del Creador.

4. La trascendencia

El cuarto elemento es la característica humana que nos mueve “más allá” de la funcionalidad de las cosas. Educar en el sentido de la trascendencia es formar en la capacidad de apreciar la belleza, buscar la verdad y sentir el amor.  Recordando al sacerdote salesiano Gastaldi, la persona humana más que un producto de la biología es el resultado del amor y del proyecto al que está llamada. 

¡Bienvenido el nuevo curso escolar 2021-22! A formar a la niñez y juventud de otra manera, mirándonos por sobre las pantallas, conociéndonos -reconociéndonos- más allá de los algoritmos de las plataformas tecnológicas y rescatando aquellas cuatro cualidades que nos hacen a todos eminentemente humanos.

Referencias

Castellano, H. M. (2007). El pensamiento crítico en la escuela. Prometeo Libros Editorial.

Cornela, A., Cugota, Ll. (2019). Educar humanos en un mundo de máquinas inteligentes. Profit Editorial.

Gastaldi, I. F. (1994). Educar y evangelizar en la posmodernidad. Editorial Abya Yala.

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