21 noviembre, 2024

Ortega, terruco tiranosaurio comunistalista

Los EU respaldaron por décadas a los dictadores Somoza hasta que Carter retiró su apoyo al último de ellos, Anastasio, propiciando su caída y la llegada de los sandinistas a Managua. Los descendientes políticos de Sandino, aliados de los soviéticos, asumieron poderes dictatoriales a partir de 1979, intentaron diseminar su comunismo en la región y dieron lugar a la resistencia de los Contra financiada por los estadounidenses. Ortega, por la perestroika de Gorbachov y la presión de la OEA, fue intimado y permitió elecciones libres ganadas por Chamorro en 1990; entregó el poder ganado en los sufragios de 1985. Le sucedieron constitucionalmente Alemán y luego Bolaños hasta que en 2006, y por única vez, Ortega ganó los comicios en buena ley. Desde entonces se ha convertido en amo, dueño y usurpador de un vasto territorio sin que la Casa Blanca, de republicanos y demócratas, decidan frenar su dictadura.

Nicaragua vale hoy muy poco en términos prácticos o estratégicos. Ya no es un campo de entrenamiento subversivo y de exportación ideológica hacia la región, tampoco representa un riesgo bélico para sus vecinos y mucho menos un desafío de expansión rusa o china. Mientras ese status quo de empobrecimiento generalizado se mantenga y Ortega se aproxime a rendirle cuentas a la propia naturaleza, Murillo no tendrá cómo continuar sosteniéndose en el poder. Triste, pero cierto, mientras los propios connacionales no decidan qué hacer con su propia Patria, otros, con menos criterio que más, continuarán decidiendo por ellos.

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El presidente peruano Bustamante y Rivero, mediante Decreto Supremo 781 del 1.° agosto de 1947, estableció que la soberanía marítima se fijaba “siguiendo la línea de los paralelos geográficos”. La Resolución Suprema 23 del Gobierno de Manuel Odría, en 1955, reiteró lo anterior, que la soberanía marítima peruana estaba limitada “por una línea paralela a la costa peruana y a una distancia constante de esta, de 200 millas náuticas. De conformidad, con el inciso IV de la Declaración de Santiago, dicha línea no podrá sobrepasar a la del paralelo correspondiente al punto en que llega al mar la frontera del Perú”. En Nota Diplomática del 5 de Agosto de 1968, el Perú reconoce a Chile “las marcas de enfilación que materialicen el paralelo de la frontera marítima”.

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