24 noviembre, 2024

Hay que partir a los partidos

Si queremos sacar al Ecuador del enmarañado político en que estamos, ¡hay que partir a los partidos!

El gran problema de la clase política del Ecuador, es la prepotencia de sus integrantes y el populismo nato de la población. El temperamento del latino (el ecuatoriano es un latino), es sentimental, gritón, fiestero, muy influenciable y con tendencia a actuar en manada, lo que hace que los políticos puedan influenciar en ellos fácilmente.

Cada persona, que se cree líder, se siente con derecho a crear un partido político. ¿Bases políticas? ¡Ninguna! ¿Filosofía? ¡Peor! La creencia es solo ver que puedo sacar de ello. Nadie piensa en realidad en el país. Sólo en lo que puedo sacar de ventaja para mí. Por eso, el mejor negocio es fundar partidos políticos. Además sirven como protección e impunidad.

Esto, si queremos que el país salga adelante, ¡tiene que acabar! Ahora ya es imposible evitar la maraña de partidos políticos existentes.

Creo que deben haber solamente, como máximo cuatro tendencias o grupos políticos. Digamos por ejemplo: 1.- Conservadores. 2.- Liberales, 3.- Socialistas y 4.- Comunistas. Los demás, de acuerdo a sus líderes, deberán encasillarse en uno de los cuatro grupos, y previo a las elecciones, realizar entre los miembros de cada uno de estos grupos, elecciones primarias, de modo que no haya más de 4 grupos de candidatos para las dignidades a elegir.

Suena ridículo elecciones en las que luego de la votación, haya candidatos con menos del 5 o 10% de los votos. Que sean dos, pasa, hablar de más candidatos con menos votos solo habla de prepotencias.

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En la presente semana se publicará en Registro Oficial, y por ende se constituirá a nivel nacional el “mamotreto de Montecristi”, en nuestra vigésima Carta Magna desde la primera que fuera redactada en Riobamba en 1830, y que designara al general venezolano Juan José Flores, primer Presidente Constitucional del Ecuador.

No soy parte de la mayoría, soy parte del más del tercio de ecuatorianos que rechazamos el “mamotreto”, pero en mi caso como demócrata convencido, acataré dichas disposiciones, no sin antes expresar mi malestar por el contenido de nuestra Constitución ya en vigencia, por considerarla en su gran mayoría etérea y demagógica, y en muchos casos híper presidencialista como en abundancia se lo ha explicado por este medio, en variadas entregas de algunos articulistas, dentro de los cuales me incluyo.

Así no se puede avanzar.

He tratado con vehemencia de cambiar mi actitud hacia el gobierno, con la convicción de que somos seres racionales, y que conversando podríamos llegar a acuerdos en beneficio del futuro y del progreso de los habitantes del país, sin embargo, creo que mis pequeñas aspiraciones, están cada vez más lejos de cristalizarse, y más bien, mis antiguos temores, de la implantación de un régimen autoritario con una gula de poder insaciable, están latentes y cada día más vigentes en Ecuador.

Mis padres me enseñaron, que más valor que la firma en un documento, lo tiene la palabra con la cual se pacta una negociación o un ofrecimiento; lamentablemente en nuestros días, estas viejas buenas costumbres ya no sirven para nada, sino para recordar, como nuestros abuelos cerraban como caballeros sus transacciones.

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