La riqueza se puede entender de muchas maneras, pero medirla con fines tributarios conlleva algunas aristas que no necesariamente hacen que un contribuyente con amplio patrimonio tenga la suficiente liquidez para satisfacer al erario. Que paguen más quienes más tienen suena políticamente correcto; entre aquellos que más poseen se encuentran los beneficiados de 14 años de prebendas estatales. ¿Acaso están en la primera línea de recaudaciones? ¿Alguna evidencia de que maximizaron la creación de empleos gracias a sus extraordinarios beneficios?
El mercado, doblemente golpeado por la crisis económica y la pandemia, espera señales que apunten hacia una reactivación que de ninguna manera se gestará por la vía impositiva. Si los impuestos resolvieran la insolvencia del Estado, bastaría con aumentarlos, pero aquello ahuyentaría la inversión y asfixiaría la economía. Sin crecimiento económico no existe fórmula alguna que cree empleos, genere consumo y recaude más ingresos para el fisco. Una economía pujante es reconocida por sus libertades transaccionales y el dinamismo de sus oportunidades (laissez fare). Este es el momento de la visión gubernamental del largo plazo; no plantearla significaría limitarnos a gradualistas políticas de inmediatez y remediación económica (subsidios).
Un país siempre será más solvente a través del movimiento de las fuerzas del mercado y producto de la velocidad del circulante derivado. Quien gana $1,000 o 2,000 mensuales no es rico, es apenas menos pobre que quien recibe un salario mínimo.
* “Read my Lips: No new taxes”. Expresión utilizada por George H.W. Bush en la Convención Nacional Republicana de 1988.
Total,ente de acuerdo enviarlos al Presidente que está en manos de cordes y los corifeos capitolinos sería bueno ya que se ha olvidado de sus principios libertarios