21 noviembre, 2024

Vergüenza propia

Con mucho pesar he leído un comentario en las redes, de un extranjero quien vivió en Ecuador 18 meses, y basado en su experiencia, se expresa en malos términos de nuestro país.  Si la publicación fuera inequívoca y veraz, tendría vergüenza propia, dado que algunos comentarios no dejan de tener razón.

“Ecuador solo sirve para pasear, no para vivir, mucho menos para trabajar o hacer negocios.  Tiene un cáncer, arraigado en el ADN de sus habitantes, que refleja la desesperación por el dinero; ven a los extranjeros como una fuente de ingresos de una sola vía; esa enfermedad se llama la ley del más vivo.

Están llenos de corrupción, donde no hay conciencia ni remordimientos, donde el sistema judicial no funciona; por lo tanto, no existe justicia, donde con dinero puedes comprar jueces, fiscales y testigos.  Debido a la cultura de desconfianza, hay reglamentos retrógrados, de no usar celular en los bancos y tratar a un cliente como un delincuente, mientras que en un país del primer mundo hasta te reciben con una taza de café en su sala de espera”.

Es el único país, donde un funcionario público te responde le voy a hacer el favor, cuando se trata de que cumplan con su trabajo, ya que por si se les olvida, a ellos se les paga con los impuestos que se recauda de los ciudadanos.  Donde los policías se inventan, hacen batidas o redadas, para extorsionar arbitrariamente a los ciudadanos y así recolectar dinero para su uso personal.

A los jóvenes, no se les inculca la ética de trabajo y valores profesionales; según su Constitución, eso constituye abuso infantil.  Mientras que en países desarrollados, los jóvenes de 14 a 17 años, pueden trabajar para que empiecen a entender lo que significa tener una responsabilidad laboral desde temprano”.

Es lamentable que se expresen así, más aún un extranjero, que no tiene identidad con nuestro país. Esos comentarios son verdades a medias que debemos corregir. Los legisladores se niegan a reconocerlo y aprobar reformas que produzcan otra realidad.

La prensa está llena de casos de corrupción. Existen muchos casos pendientes, incluyendo la mala construcción de importantes obras, como las centrales hidroeléctricas Toachi, Coca Codo, el gasoducto de combustibles y terminal de combustibles del Austro, entre otras.

El sector privado también se ha contaminado; muchos escándalos titulados con curiosos nombres, Arroz Verde, Las Torres, Isspol. La misteriosa construcción en Milagro, de una acería china, sin que los 40 millones o 40 contenedores que contenían sus equipos, hayan sido declarados en la Aduana o pagado los tributos correspondientes. Un delito millonario, sin que Fiscalía, Aduana, SRI o alguna autoridad gubernamental o municipal haya actuado. Una empresa fantasma, construida sin permisos, ni estudios, ni siquiera de impacto ambiental.

La Contraloría, entidad creada para precautelar el buen uso de los fondos públicos, se convirtió en los dos gobiernos anteriores, en la Oficina Central donde se cometían delitos y planificaban la comisión de los siguientes. Las generaciones futuras serán quienes, deban cargar sobre sus hombros el alto endeudamiento del país y el asalto a los fondos públicos de los últimos 14 años.

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