Es amor es un sentimiento que aflora en el alma, que nace por una mezcla de admiración, comprensión, comunión de ideas y ganas de expresar, que sienten las almas al encontrar la mitad que completa su YO.
¿Es el amor un sentimiento? ¿Una decisión? ¿Una elección? Me temo que el amor es, o al menos, si queremos que sea completo y duradero, debe tener todo esto y más. Como dijo Benjamín Franklin: “Mantén los ojos bien abiertos antes del matrimonio. Tenlos medio cerrados, después”.
Un viejo refrán, decía: “Cásate y tendrás mujer, si es bonita, que cuidar, si es pobre, que mantener, si es rica, que contentar, si es fea que aborrecer”. Un viejo dicho Incásico nos advertía: “La mujer en el amor, es como el indio al comprar, aunque le den lo mejor, piensa que le han de engañar”.
Hay personas que se dejan impactar, por lo físico, otras, por el sentimiento, alguno por la agudeza mental, o por su carácter chispeante y alegre, pero siempre hay un no sé qué, que une a esas dos almas.
El hombre y la mujer son complementarios. Se necesitan mutuamente. Dios, al crearlos, los hizo así. El uno necesita del otro y a la vez, es el complemento del otro.
El matrimonio, con la modernidad, se ha venido destruyendo y convirtiéndose en un refugio para caprichos, en vez de ser el camino a la felicidad, y a la fidelidad, como fue ideado por Dios. Es indudable que la liberación de las costumbres, el apego al dinero, el capricho individual, la envidia, las circunstancias, el trabajo y miles de oportunidades más, son ayudas para poner en riesgo un matrimonio, y la pareja debe estar consciente de esto, para afianzar la conciencia mutua y alimentar diaria y mutuamente sus almas, con el amor de pareja.
Actualmente es común oír a los jóvenes responder a la pregunta: “y si te va mal en el matrimonio, ¿Qué haces?”, con la respuesta: “Me divorcio”. Como si el Matrimonio fuera una simple transacción, de compra y venta.
Nadie puede negar que el amor es un sentimiento que nace del alma, pero ese sentimiento necesita alimentarse diaria y mutuamente. El amor es y debe ser también, una decisión. Cuando ya decidimos dar juntos ese paso, se van a presentar siempre incompatibilidades, situaciones de disgusto, y si somos leales y sinceros (con nosotros mismos), tenemos que enfrentar estas dificultades, recordar las cosas que nos enamoraron y lo que nos llevó a tomar la decisión del matrimonio.
Por último, cuando decidimos tomar la elección del matrimonio, debemos recordar las frases dichas en él:”… prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe”. Si no es ese su pensamiento sincero, si tiene alguna duda, por favor, no se case.
Un punto que hay que tener en cuenta, cuando hablamos de matrimonio, es la relación con la familia. La mujer es siempre posesiva y por eso, automáticamente considera a la suegra, como una rival por el amor de su esposo. Hay suegras maravillosas en ese aspecto, que saben entender la situación, y saben guardar distancias. En las suegras del otro lado, la mamá de ella, la relación es mucho menos tirante, y a veces puede ser maravillosa. Sin embargo, algunas (las desconfiadas o las que han sufrido infidelidades), pueden crear en su hija, desconfianza. Los hombres son menos complicados, y normalmente los suegros son más queridos que las suegras. Los celos a veces vienen cuando los niños se pegan mucho a los abuelos, lo que es normal. Los padres tienen la obligación de criar y educar, los abuelos deben poner la contraparte: MALCRIAR. Nunca se debe exagerar ni de un lado ni del otro.
¡Lo que si debemos todos aceptar, es que el mayor regalo que le dio Dios a la humanidad, es la familia!