El viejo adagio: Una cosa es con guitarra y otra con violín, nos enseña que muchas cosas en la vida debemos percibirlas con agudeza suprema, con sexto sentido, para obtener las mejores notas en la sinfonía que pretendemos para que esta sea deleite de quienes la escuchan; pero con una exigencia: que el maestro que pretende ser del violín logre interpretar bellamente el sentimiento de quienes espera el aplauso.
Nuestro actual gobernante debería meditar respecto de ello. Ejecutivo y administrador bancario de éxito y, por lo que conocemos, según sus afirmaciones, honesto en el cumplimiento de sus obligaciones. Además: persona responsable en lo familiar y en los actos de su vida en general.
Después de tener éxito en su vida personal y familiar, sintiéndose con capacidad para servir al país de la más alta de las dignidades estatales optó por hacer política, llegando con dificultades y con estrecho margen electoral a esa cimera dignidad: presidente.
Pues bien, aquí vienen los abrojos en el camino. Una cosa es la administración de la cosa privada. En la que nadie le discute su éxito. Otra, muy distinta: la administración de la cosa pública.
En este inmenso y movidísimo campo se debe caminar con las propias aptitudes, los mejores conocimientos y también, poner a prueba los superiores sentimientos y las más equilibradas voluntades. Pero además, como la cosa pública no es un dominio unipersonal o asociado con sus pares, es mandatorio percibir todas las manifestaciones de quienes constituyen la sociedad ecuatoriana en: visiones, pensamientos, necesidades y esperanzas, y, por que no apreciar con lente de relojero las ideologías, intereses y diferencias con los demás. Adversarios o no. Entonces, aquí está la gran diferencia entre lo privado y lo público. En este campo: lo público, se debe tener la agudeza del buen violinista para que con todas las manifestaciones de la sociedad pueda hacer un auténtico concierto social de desarrollo y unidad.
Este concierto social nuestro presidente lo podrá conseguir si en la soledad del poder deja de escuchar la voz de los espíritus de lo privado y escucha la de los que guían los pasos en lo público. Debe abrir su mente a que necesita con urgencia suma de probos y sabios asesores en todos los espacios que la cosa pública demanda.
Debe de tener, además de sus propias convicciones, un eficiente guía político que por sus capacidades diseñe una auténtica y real agenda nacional, en la que esté inmerso quien contribuya a diseñarla; otro que la ponga en práctica; otro que evalúe y establezca los resultados; y, por último, otros que determinen y privilegien los diálogos con los diversos actores políticos: afines y adversarios.
De otra parte, no obstante que tenga la razón, necesita a gritos de un verdadero moderador de sus impulsos y expresiones. Alguien que con la suficiente inteligencia y mesura lo limite a decir, expresar únicamente lo que le conviene y le conviene al país; pues el mensaje del país del encuentro, por ahora es un sofisma. Las ofensas causan resentimientos y envenenan el alma. Necesita él y el país un conciliador
No es posible que no tenga inteligentes y auténticos asesores en la redacción de sus buenas intenciones para superar las crisis que soporta el país. Inconcebible, solo por mencionar una barbaridad: castigar al trabajador indemnizando al patrono además del despido. El pueblo trabajador necesita respeto y consideración.
Donde está el interlocutor válido, inteligente y capaz para el dialogo con la Asamblea. Por ignorantes que sean sus integrantes, en el caso actual es necesario varios asesores, para que aquellos individuos que bien entienden de diezmos y sobreprecios en empanadas, también entiendan que las ideologías deben enterrarlas, pues por ahora todos: blancos, negros, indios y mestizos debemos luchar unidos para fortalecer la democracia, sus instituciones y el bienestar del pueblo ecuatoriano, y así superar la desgracia vivida durante la etapa de Ali Baba y los más de 40: 2007 – 2021.
Luis Santillán Morante, Abg.
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