El empantamiento político profundizado por los proyectos de ley sometidos desde el Ejecutivo y la primera negativa de la Asamblea por atenderlos contribuyeron a la incertidumbre sobre cómo avanzar en la consecución de reformas para una reconversión nacional sin acudir a una nueva Constitución. El Legislativo no tiene la capacidad, ni la experiencia, peor el liderazgo para siquiera plantear alternativas viables y en contrapeso con aquellas del régimen. Algún legislador tendría todavía algo de carácter y competencia para proponer o defender verdaderas tesis de Estado, pero son los conspiradores quienes comandan una anarquista oposición de ingobernable contextura.
Entre lo más urgente, una población marginada por la falta de trabajo y el acoso de la delincuencia y el crimen organizado requiere de políticas de gran impacto social y efectividad laboral. El Gobierno tiene colosales problemas heredados del socialismo y otros recién generados por su propia impericia política e inconsistencia con las promesas de campaña. Más allá de la precaria fuerza legislativa del régimen, existe una imperiosa necesidad de que los electores se convenzan de las políticas patrocinadas por Lasso porque sin dicha confianza no habría apoyo popular para apalancar los pretendidos cambios en legislación.
El capital político del Presidente se corroe sin que su gabinete ministerial y sus consejeros sean suficientemente gravitantes para contrarrestar los efectos de una crisis con amplia vocería popular y sin visos de solución a mediano plazo.
El Ejecutivo debe promover sus políticas mediante contactos directos con la población y empleando una comunicación eficiente por radio y televisión. Es urgente que lo haga