Siempre correntoso y majestuoso, formado por todos los afluentes y secundarios ríos, que nacen del ramal occidental de la Cordillera de Los Andes. El río junto con el Estero Salado forma un amplio y rico estuario, que constituye el Golfo de Guayaquil y da origen a la Cuenca del Río Guayas. Los dos, se abrazan y le dan a Guayaquil esa particularidad especial, de ser una gran desembocadura al Pacífico, y conectarnos con el mundo en pocas horas de navegación.
El río fue siempre eje de comunicación fluvial desde tiempos prehispánicos, el más importante medio de navegación durante la Colonia y la República, uniendo importantes zonas agrícolas de la costa ecuatoriana. Fue considerado el más importante Astillero de la región, durante varios siglos de la época colonial. La Cuenca del río Guayas, tiene una extensión de 53 mil km2, también constituye la más grande reserva hidrográfica del Pacífico Sur, dotada de ricos suelos aluviales que favorecen la actividad agrícola de nueve provincias del Ecuador, especialmente Guayas, Manabí y Los Ríos.
Se lo prefería por la abundancia de buenas maderas, el alquitrán de Ancón, la facilidad de navegación en el estuario, hasta llegar a la misma ciudad de Guayaquil, que adquirió fama internacional por las bondades de su gran río. Muchos cronistas, capitanes e historiadores, entre ellos, la reconocida María Luisa Laviana Cuetos, reportaba de sus bondades, al afirmar: “que era superior a todos los demás puertos de ambas Américas y los más célebres de Europa”.
Las embarcaciones llegaban por el río, hasta que se inauguró el puerto Marítimo en 1962. El malecón fue siempre lugar de encuentro, de comercio, de llegada y despedidas. La vista del río siempre fue imponente y motivo de orgullo, hasta que un gobernante irreflexivo, impuso su capricho de construir los pasos peatonales que nos conectan con la Isla Santay, especialmente el del sur, con el afán de obstaculizar la llegada de los barcos de Industrial Molinera.
El mismo responsable, que sin los estudios técnicos y debida fiscalización, perjudicó al país con construcciones fallidas, como la Refinería El Aromo, la de Esmeraldas, la Universidad Yachay, el Edificio Unasur, el complejo hidroeléctrico Coca Codo, las Escuelas del Milenio, el suministro de agua de Esmeraldas, la construcción del oleoducto y terminal del Austro, para citar unas cuantas obras fracasadas, que nunca debieron hacerse como se hicieron.
Por la existencia de esos puentes, se han suscitado serios accidentes de navegación, que nunca debieron ocurrir. Las autoridades del puerto y los organismos técnicos se opusieron en su momento a su construcción, pero poco pudieron hacer para detener su ejecución en 2012. El Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y el Ministro de Defensa, han solicitado al Presidente Lasso, hace más de un mes, que el Puente de la calle El Oro sea removido.
En realidad, deberían removerse los dos y devolverle al río su total belleza y completa navegabilidad, sin obstáculo alguno. La Aerovía puede añadir una parada final en la Isla Santay. A Lasso le toca deshacer, renegociar, componer todo lo que Correa y Moreno hicieron mal, entre muchos entuertos, éste, otro disparate más.
Ing.Villacres una excelente descripción y varias verdades sobre dislates realizados “impuestos” por varios gobiernos
Saludos
Ricardo Koenig