El Ecuador y su clase política

Las bases constitucionales del país están corroídas por los egoísmos existencialistas de una clase política virtualmente extinguida junto con los pocos vestigios de institucionalidad que existían hasta antes del 2007. La verdad es que pocos, por no decir nadie, quisiera ser identificado como político pues atrás de este calificativo se evidencia un empoderamiento de vulgaridades atentatorias de la ética y las buenas prácticas de civismo. Un país carente de una institucionalmente solvente clase política no tiene futuro pues solo implosiona al rigor de los advenimientos de algún otrora cacique partidista y de la manipulación del sistema según su conveniencia.

El Ecuador tiene apenas personalismos políticos aupados desde una izquierda contestataria e indefinida hasta una derecha por demás perdida en los valores del mercado. La derecha razonada es algo del pasado, no existe más, y la izquierda solo se opone a todo como tesis gravitacional. El país ha terminado por simplemente dividirse entre quienes detentan el poder y los que aspiran a asumirlo algún día. Las ideologías y las tesis han pasado a un último plano producto de los fracasos personales de quienes llegaron a ser poder supuestamente representando alguna línea de pensamiento ideológico.

La opinión pública cumple un papel democrático fundamental, y más aún cuando la sociedad no se siente representada por los detentores del poder público, pero no puede políticamente ejercer un mandato. Urgentemente se busca políticos con ideología, criterio, vocación y probidad.